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—¡Jihoon!— gritó efusiva esa voz masculina que tanto había extrañado.

Apretó los brazos alrededor de mi cuerpo y le respondí, era tanto tiempo que había estado separado de mi mejor amigo y aquellas conversaciones telefónicas no llenaban totalmente el vacío.

—¡Pero como has cambiado!— dijo algo asombrado mirándome.

—¿Cuál cambio? Si sigo igual desde la última vez que nos vimos— dije y me separé.

—Por favor, tu cabello es diferente— observó.

—¿La maraña de pelos que tengo en la cabeza? ¿Qué de diferente tiene? sigue igual de despeinada que hace años.— bromeé .—Aún así, tú tampoco has cambiado mucho.

Efectivamente, Jeonghan no había cambiado en lo absoluto, excepto por unos milímetros más agregados a su cabello negro y lacio. El fleco quedaba a la altura de ojos, y el demás cabello alcanzaba una medida un poco larga, ya que solo llegaba hasta el medio de sus orejas.

—Ejem...— el joven que estaba a nuestro lado, Seungcheol, se aclaró la garganta haciéndose notar. Ambos lo miramos.

—Ay, lo siento— dijo Jeonghan dándole unas rápidas palmadas en uno de sus brazos con su mano. —Es que estoy emocionado— dijo y la flamante sonrisa en su rostro se extendió aún más cuando me miró—. ¡Hay tantas cosas que quiero contarte!— me avisó.

—¡Yo también!— musité emocionado.

—Supongo que ya se conocieron— volvió su atención a Seungcheol.

—Sí— dijimos al unísono y luego reímos de nuestra sincronización.

—¡Ah! ¡Esto será genial!— exclamó Jeonghan. Se levantó del piso junto con Seungcheol, mientras yo me quedé ahí sentado.

—Pero ¿Qué haces ahí? Levántate, ¿por qué no entraste?— dijo Jeonghan curioso mientras que Seungcheol me tendía la mano para que me pudiera levantar del piso. El deseo de tocar su excitante piel de nuevo me invadió al ver la palma de su mano extendida hacia mí. La tomé y me ayudó a separarme del piso.

—Gracias— murmuré. Él sólo me sonrió, separando los dos engranes que se habían unido de nuevo. —Lo cierto, Jeonghan, es que me dejaste la llave equivocada— me quejé intentando mirar a mi amigo y no a la perfección que tenía a mi lado.

—¿La llave equivocada?— se sorprendió

—Sí— le di la llave que guardaba en la bolsa de mi sudadera.

—Oh, perdón— me sonrió— Sí me confundí, esculcó entre las bolsas de su chaqueta y encontró un juego con tres llaves—. Este era...— se quedó en silencio un momento—. Eso me recuerda que le debo dar las gracias a la señora Kim por hacerme el favor de entregarte la llave.

—¿La anciana gruñona del 308?— pregunté apuntando con mi dedo pulgar hacia dicha habitación.

—Oye no es tan gruñona, es linda cuando quiere— se encogió de hombros.

—Y digamos que casi nunca quiere, ¿Verdad?— hice un ademán de susto. La señora no se había comportado del todo amable conmigo—. ¿No pudiste dejarme la llave correcta con otra persona menos... amargada?— Seungcheol rió.

—Exageras— Jeonghan meneó la cabeza y rió —Me imagino que estás cansado, así que agradeceme que ya tengo lista tu habitación— me regaló una sonrisa de autosuficiencia mostrándome todos esos dientes de tamaño mediano.

—Te agradecería más si abrieras esa puerta ya— bromeé.

Jeonghan rió e introdujo la llave a la cerradura haciendo que la puerta se abriera por fin. Me tragué una exclamación de victoria.

—Pasa y acomódate, en unos minutos estoy contigo— anunció y me indicó que me introdujera al departamento.

Intenté levantar de suelo mi par de maletas, pero Seungcheol se me adelantó.

—Permíteme— tomó una con cada mano y fue detrás de mí, acomodándolas en la orilla de la sala.

—Gracias— musité y le regalé una sonrisa tímida. Él me la devolvió y aquel afecto me produjo una oleada de inspiración; como la que necesita un poeta para su poesía, o un escritor para una nueva historia. Entró por la puerta y fue con Jeonghan de nuevo, no pude evitar mirarle mientras caminaba hacia la entrada. El estómago me rugió y me di cuenta que aún traía la galleta mordisqueada en la mano. Mordí un pequeño pedazo y mastiqué perezosamente.

—Vine a buscarte para entregarte el CD que le prestaste a mi hermano— dijo Seungcheol con su voz de terciopelo en la puerta del departamento.

—Cheol, amor. No tenías que preocuparte, le dije a Soo que me lo devolviera cuando quisiera— contestó Jeonghan. Me atraganté con la galleta.

¿Amor? ¿Cómo que amor? Oí perfectamente el chasquido de los labios de Jeonghan contra alguna parte de la cara de Seungcheol mientras que yo intentaba tragar el pedazo de galleta que se me había atorado en la garganta sintiendo como me raspaba.

𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅  𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora