Y ahora allí, la imagen de ellos dos besándose, no se borra de mí mente y la estaca tampoco de mi corazón; tenía que luchar contra ese recuerdo, ahogarlo en algún agujero de mi mente y así llevarlo al olvido; pero entre más luchaba más perdía y éstos se volvían más nítidos en mi cabeza.
Me dolía bastante y no entendía cómo es que tanto dolor podía caber en mi corazón; aún cuando éste ya no lo soportara, era algo que seguía acumulándose más y más cada vez hasta volver al corazón un órgano pesado y luego lo desplomaba hasta mis pies, dejando así sólo un espacio vacío en la cavidad de mi pecho. Y dolía, dolía bastante.
Había amanecido rogándole a Dios no toparme con Seungcheol, afortunadamente casi medio día, él no había dado señal alguna de vida.
Decidí salir, así, si Seungcheol me buscaba no me encontraría en el departamento. Apagué también mi celular, sólo por si acaso.
El aire fresco me pegó en la cara, mientras intentaba resguardar mis manos en los bolsillos de mi abrigo. Había empezado el mes de diciembre y con él, el frío austral. Caminé por calles que ya conocía y llegué a lugares familiares en los que ya había estado antes degustando su comida. La tarde pasó así, pero el dolor del día anterior aún estaba allí, en alguna parte de mi interior, esperando cualquier descuido mío para vencerme. La curiosidad me invalidó de pronto al recordar a Jeonghan, y en un intento por descifrar ese dilema, prendí mi móvil y marqué el número de Jisoo.
—¿Jihoon?
—Jisoo, hola— musité.
—Holaaa~
—¿Tienes tiempo para hablar?
—Claro, ¿Qué pasa?
—Es lo que yo quiero saber, Jisoo. Pasa algo con Jeonghan, yo lo sé. Lo escuché el otro día hablando contigo en la madrugada— confesé.
—Oh...— hubo un silencio después de su exclamación. Los silencios así nunca son buenos.
—¿Jisoo? Si sabes algo, dímelo, por favor— supliqué.
—Está preocupado— dijo con voz ronca.
—¿Preocupado de qué?
—Jihoon, él no es tonto. Los cambios de actitud de Seungcheol lo lastiman.
—¿Qué quieres decir?— pregunté, estaba al borde de caer en la confusión.
—Que él ya se da cuenta de que Seungcheol ya no es el mismo. De que su cariño parece acabarse y pertenecerle a alguien más.
Abrí los ojos como platos.
—¿Alguien más?— tragué saliva.
—Seungcheol te presta más atención que a su mismo novio, Jihoon. Eso es muy obvio— dijo con voz seria.
—Pero...— no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, aún cuando me lo imaginaba—. Yo no...— balbuceé.
—Escucha, Jihoon. Sé que eres una buena persona, sé que serías incapaz de dañar a tu mejor amigo, y conozco también a Seungcheol, él jamás dañaría intencionalmente a una persona. Pero juntos, parece que se les olvida eso— me respondió.
—Pero yo no...
—Sólo te pido que no lo dañes— me interrumpió —Él se fue porque le aseguré que no era nada malo, que Seungcheol tenía momentos así, le convencí de que ese viaje le relajaría, le dije que no pensara en eso.
—¿No le dijiste que...?
—Por supuesto que no. Pero te suplico, que no le hagan daño, la última vez fueron muy obvios.
—¿La última vez?
—El domingo, Jeonghan me dijo que los vió bailando y eso derramó las especulaciones que él mismo se estaba negando en formar. Él asegura que Seungcheol parecía más feliz bailando contigo que... con él.
—¿Qué... qué le dijiste?— pregunté con el corazón hecho pedazos.
—Que estaba loco. Pero ten en cuenta lo que te dije a ti, Jihoon. ¿Qué vale más? ¿Una amistad de casi toda la vida o un amor prohibido?
Guardé silencio, la respuesta era muy obvia. Jeonghan era como mi hermano.
—Tengo que colgar— me avisó—. Espero que no hagas nada malo o dejes que suceda algo así.
—Gracias, Jisoo.
—No se supone que debía se habértelo dicho, pero Jeonghan me...— se quedó en silencio.
—Lo entiendo, gracias— repetí en el hilo de voz que apenas y me salía.
Colgué la llamada y al instante, me percaté de que tenía una perdida. Era Seungcheol. El corazón me rogó adolorido que lo ayudara. Sufría, sufría bastante. Apagué el móvil antes de que una llamada volviera a entrar y lo escondí al final de mi bolsa.
Esto estaba muy mal y era una carga que no podía soportar. Caminé queriendo perderme, deseaba tontamente que mis pies se despegaran del cemento y me llevaran volando a otro planeta, desaparecer no sólo de Venecia... ¡De la faz de la tierra!
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𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅 𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭
RomanceFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueño del único que todo el mundo en mi situación, rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, actuar y...