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—Emm... ¡No! Quiero decir que Seungcheol te la dejó a ti, es para ti— dije, mientras sentía que la fierecilla pataleaba y gritaba ¡Mía, mía, mía!

—¿Hizo eso?— su semblante cambió de nuevo y se volvió tierno y dulce, como era —Aww, que lindo es— se acercó a la rosa y la tomó para luego percibir su aroma—. Tengo que ponerla en agua— sonrió y yo suspiré aliviado y con pesar.

Aliviado porque había salido del lío que por poco y se iba a armar, y con pesar porque la rosa ahora estaba en las manos equivocadas, que irónicamente era en las que debía estar.

Me senté en una de las sillas del pretil mientras veía como Jeonghan sumergía el tallo de la rosa en el agua de un florero pequeño.

—-¿Y qué tal tu día con Mingyu?— preguntó mi amigo.

—Genial— musité con aplomo.

—Ay, pero lo dices como si no te hubiera gustado— su voz se acercó cuando él se sentó a mi lado.

—No, es que estoy cansado, ya me conoces— sonreí.

—No es justo, ¿Sabes?— dijo.

—¿Qué cosa?— lo miré.

—Que no pueda pasar tiempo contigo. Dios ¡Eres mi mejor amigo y casi ni hablamos! Yo con mi trabajo y con... Seungcheol.

—Pero Jeonghan, vivimos en el mismo departamento, como lo queríamos desde pequeños, ¿Recuerdas?

—Sí— sonrió —Y aun así casi ni te veo. No es justo.

—Está bien. Tenemos los domingos— dije.

—Un día de siete— hizo un mohín.

—Me gustaría pasar más tiempo contigo, Han... como cuando éramos niños, pero ya no lo somos. Tú tienes trabajo y yo muchas cosas que hacer. Pero al menos lo compartimos y eso es lo que cuenta.

—Me siento muy afortunado, ¿Sabes?— suspiró —Tengo el mejor amigo del mundo y el novio más apuesto del planeta— rió—. Además del trabajo que quería— agregó.

No sabía por qué me sentí culpable cuando él dijo "el mejor amigo del mundo" y celoso cuando dijo "él novio más apuesto del planeta"

Sonreí y lo abracé.

Si había un amigo excelente, ese era Jeonghan. No yo.

—Tengo que dormir, Han— dije.

—¡Ay no!— exclamó como niño pequeño —¿No vas a cenar?

—Estoy cansado.

—¡Vamos! Cena conmigo, ya van varias veces que me dejas cenando solo— hizo un puchero y me reí.

—Está bien. ¿Qué cenamos?

La sonrisa de Jeonghan se expandió alegre por su rostro.

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Miré a través de la ventana el cielo completamente oscurecido y conté las estrellas que había esa noche. Miré el reloj, iba a ser la una treinta de la mañana y yo aún no podía dormir. Me acurruqué entre la cobija y suspiré.

No podía seguir ignorando a la fierecilla dentro de mí, porque sus pensamientos ya no iban en total desacuerdo con los míos. Pero aún conservaba un poco de cordura en alguna parte de mi cabeza que me decía que no podía enamorarme de Seungcheol.

Era tan intocable como el fuego bajo la sartén, tan prohibido como romper alguna ley de la constitución; era el novio de mi mejor amigo, y yo debía brincar hacia atrás los pasos que no debí de caminar.

Apabullado y con la cabeza llena de pensamientos ilógicos logré dormir esa noche.

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Su sonrisa llegaba hasta mí a través de la poca distancia entre ambos. Una sonrisa demasiado bonita como para desgastarla, pero él quería dármela a mí y sólo a mí; haciendo que miles de mariposas revolotearan en mi estómago. Luego tomó mi mano, sentí que pude tocar el mismísimo cielo. El corazón se me aceleró cuando él puso mi nombre en sus labios y la sonrisa se expandía ahora por mi rostro.

—¿Quién más puede hacerte sentir esto?— me preguntó Seungcheol con voz de terciopelo.

Era la primera noche que soñaba con él. Suspiré con la cabeza enterrada en la almohada y mi suspiro se convirtió en un vapor cálido que me pegó en todo el rostro. Alcé la cabeza y pude sentir algunos que otros cabellos despeinados a cada costado de mi cara.

Hoy era sábado. Recordé angustiado el sueño y llegué a la conclusión de que tenía que contarle esto a alguien porque si no, explotaría tarde o temprano.

Me levanté y arreglé en media hora y tecleé sobre las teclas de mi celular el número de Jisoo, ¿Quién mejor que él para entender toda esta locura?

—¿Hola?— me contestó del otro lado de la bocina.

—Soo, ¿Podemos vernos hoy?— pregunté.

—Claro, dime dónde y a qué hora-—accedió.

—En la plaza, en una hora y media, ¿Está bien?

—Perfecto, ¿Puedo preguntar para qué?— curioseó.

—Te digo cuando te vea.

—Está bien.

Colgué la llamada y me apresuré a salir del departamento, seguro tardaría más de una hora y media si no me daba prisa. Aunque llegar por mis propios medios me costaría trabajo.

Tomé un taxi que tardó casi sesenta minutos en llegar y pagué con los euros que habían salido de mi billetera o que, mejor dicho, Jeonghan había colocado ahí para mi uso, debido a que mis billetes y monedas aún eran coreanos.

Bajé y me adentré en el motín de gente que circulaba bajo el cielo grisáceo como el día de ayer, y me senté en una banquita gris que estaba vacía de puro milagro, como si aguardara por mí.

Le regalé un suspiro al aire y luego miré hacia arriba, a lo mejor llovería hoy. Los nubarrones grises que surcaban el cielo se veían considerablemente amenazadores.

Empecé a divagar entre mis pensamientos, mientras esperaba por Jisoo; quien hasta el día de hoy se había vuelto casi mi mejor amigo, nos contábamos todo y esta vez, no sería la excepción.

Estaba dispuesto a decirle con punto y coma todo, y eso incluía aceptar que Seungcheol me atraía y bastante.

A la media hora Jisoo apareció entre el tumulto de gente, su suéter color negro y su cabello hacia abajo color castaño fue lo que alcancé a distinguir primero.

—¡Soo, acá!— manoteé para que me viera y no sólo logré llamar la atención de él si no de algunos otros que me miraron extrañados por hablar en otro idioma. Cómo si no hubieran oído jamás el coreano. Me encogí un poco cohibido y aun así Jisoo me alcanzó a mirar y se acercó.

𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅  𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora