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El sujeto me sonrió, estirando sus delgados labios rosados y alzó la mano para saludarme.

—Hola— musitó bañando al coreano con un matiz inimitable de italiano.

Sujeté su mano, respondiendo el saludo y devolví la sonrisa a sabiendas de que la mía parecería turbia.

Como no hablé para nada, Hansol volvió a la plática con Seungcheol.

—Non parla nemmeno coreano— dijo confundido.

Seungcheol soltó una carcajada que al instante supo contraer.

—Penso che odia questi luoghi, man no te la prendere personale— le dijo él, con amabilidad—. Beh, è meglio andaré— el pesar en el rostro de Seungcheol apareció de repente.

Al menos podía estudiar sus expresiones sino entendía nada de lo que hablaban.

—Ma se siete appena arrivati!— parloteó el sujeto tras la barra.

—Sì, ma siamo di fretta— una mueca se dibujó en el rostro de Seungcheol.

—Okay, okay. Saluto Jeonghan.

—Chiaro— Seungcheol sonrió fugaz.

—Hasta pronto, Jihoon. Me dió mucho gusto conocerte— me dijo con su acento italiano, distorsionando un poco el coreano.

—Adiós, Hansol— musité tímido.

—Arrivederci, Seungcheol—- dijo él.

Seungcheol me tomó de la cintura y el tacto cálido de su mano sobre mi cuerpo, llegaba incluso a través de la ropa. La piel se me erizó, como si una lombriz de electricidad me recorriera el cuerpo.

Me sacó de aquel lugar y pude respirar el aire fresco una vez que estaba afuera. Aquel respiro me hizo pensar en Jeonghan. Me sobresalté.

—¿Qué hora es?— le pregunté a Seungcheol.

Sacó su celular y miró la pantalla del mismo.

—Las ocho con cuatro— contestó como si nada.

—¡Jeonghan ya está en casa!

—Conduciré rápido.

¿Esa era su respuesta? ¿A caso me sentía más culpable yo que él? ¿Él se sentiría culpable al menos? Las preguntas revolotearon en mi cabeza con voz propia, mientras me esforzaba a mandarlas todas al rincón de mi mente. Callándolas.

Subí a la Hybrid de Seungcheol cuando este me abrió la puerta. El tiempo se acababa; había pasado un buen rato con él, sin embargo, para mí pareció sólo la prolongación de lo que dura un suspiro y ahora iba a ponerle final al día, a mi tarde con él.

Condujo hasta el departamento de Jeonghan, y en el camino casi no hablamos debido a que mi cabeza se encontraba hundida en pensamientos, buscando alguna manera de explicar la situación. Situación que a Seungcheol no parecía preocuparle.

Cuando llegamos y él se estacionó frente al edificio, me congelé en el asiento porque aún no tenía el pretexto ideal para decirle a Jeonghan. Hoy era una de esas noches en las que la cabeza no me daba para más, más que para sostener el cabello.

El rugido del motor se detuvo y el silencio se produjo al instante.

—Listo, subamos rápido— dijo Seungcheol satisfecho por el tiempo que había tardado en llegar. ¿Veinte minutos se le hacía poco?

—Espera— le sujeté del brazo antes de que bajara.

Me miró intrigado.

𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅  𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora