Era irónico, porque a pesar de que estaba consciente de que el tiempo pasaba, aún cuando aquí corriera quince horas atrás y que ya llevaba consigo más de un mes; para mí, el tiempo transcurría demasiado lento, los días se habían vuelto perezosos que de cierta manera le había quitado el sentido al calendario y a cada hoja que se desprendía de éste.
El dolor no había disminuido para nada; lo que sí, es que yo ya me había acostumbrado a él. Para mí ya se había vuelto común tenerlo enterrado en mi corazón, sintiéndolo removerse como la hoja afilada de una daga. Ya me daba igual.
En Noche Buena estaba solo, tomándole fotos a los copos de nieve que caían del cielo oscuro, me sentía patético. En Año Nuevo no fue distinto, la misma sensación de patetismo y fotografías tristes. Me comunicaba por internet con Wonwoo, nada más con él, porque no quería relacionarme con alguna persona que haya cruzado más de una remota conversación con... bueno. Con él.
Según Wonwoo, las cosas con Mingyu iban de bien a mejor, por fin Mingyu había salido del cascarón de la timidez y le había pedido de la manera más hermosa que fuera su pareja. No fueron celos lo que sentí, sino, algo más parecido al dolor, a la envidia de saber que ellos podrían ser felices con el otro a quien quieren, mientras yo había perdido todo lo que amaba.
Pero aquí seguía, tratando de ser fuerte y no caer. Tratando quizá inútilmente, porque todas las sonrisas que yo daba no eran alegres y podía sentirlo, pero allí estaba, sonriéndole al mundo; ignorando a los pensamientos que me traían su imagen a mi mente convirtiéndose en recuerdos que me asfixiaban pero que a la vez me hacían respirar.
—¿Qué crees que conseguí?— me dijo Seungkwan, animado y sonriendo, con esa expresión de adolescente que se asomaba a su rostro cuando algo lo emocionaba.
Mi mente volvió al presente y le miré esperando a que siguiera hablando.
—¡Vamos a tomar fotografías en la presentación que va a dar Lee Seokmin para la obra de caridad del instituto Vidas!— me sujetó por los hombros, pero no me sacudió, como era su costumbre.
—¿Y eso cuándo es?— inquirí tratando de entusiasmarme.
—¡Para el martes!— y fue allí que me sacudió.
—¿Este martes?— abrí los ojos de par en par, captando en mi visión el rostro de Seungkwan. Hoy era domingo.
—¡Sí! ¿No es genial?— me dijo y me volvió a sacudir.
—Supongo— traté de regalarle una sonrisa.
—Será genial— sonrió—. Mañana voy a tu casa para ponernos de acuerdo. Ten una linda noche— me abrazó—. Adiós.
—Hasta mañana.
Me giré para caminar hasta mi casa y dormir, intentar tener la "linda noche" que Seungkwan había dicho, pero lo cierto es que todas mis noches eran aburridas, monótonas y a veces en sueños, me escuchaba nombrarle.
No era que la oportunidad de un trabajo bien pagado no me entusiasmara, pero ya pocas cosas lo hacían. Era una oportunidad que cualquier otro fotógrafo hubiera deseado, pero Seungkwan siempre estaba al pendiente de conseguir las mejores oportunidades para los dos. Buena paga y una experiencia maravillosa. Esta vez no era la excepción, se trataba de fotografiar a un artista en plena presentación, al menos así, quizá olvidaría un poco toda mi pasada historia.
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El día seis del primer mes hizo su aparición en el calendario, martes. Seungkwan había quedado de pasar por mí para ir a la presentación de Lee Seokmin. Entre miles de suspiros, mis cosas quedaron guardadas para el trabajo. Me asomé por la ventana, el cielo estaba nublado y no tardaría en llover, volví a suspirar; luego miré hacia abajo, la camioneta gris de Seungkwan estaba estacionándose. Bajé con mi mochila al hombro y salí a su encuentro, subí y aquello me trajo un recuerdo de una tarde en Venecia; pero esta vez, no era una feria a donde me dirigía, ni tampoco a mi lado estaba el amor de mi vida.
No tardamos mucho en llegar, la camioneta de Seungkwan era rápida. Bajamos y al entrar al instituto, nos dieron unos gafetes de identificación. Traté de entusiasmarme, pero mi trabajo ahora me parecía... triste.
Vi entrar a la gente y acomodarse emocionada entre los lugares que se iban llenando rápidamente de caras felices y rostros sonrientes, distintos al mío. Tomé una foto de aquello, tratando de ponerle un poco de alegría a mí trabajo.
Seungkwan se perdió entre la gente, seguro fue a tomar fotografías de las afueras del edificio. Vi también cuando iba a dar inicio a la presentación, después de las palabras de agradecimiento por la asistencia de la persona que había organizado todo esto a causa de beneficencia.
Visualicé a Seungkwan del otro lado del salón, a la derecha el escenario y me sonrió, le devolví la sonrisa y traté de parecer sincero, pero sabiendo que me era imposible, desvié mi vista de nuevo al escenario, esperando que el artista diera su presentación.
Cuando salió a la vista de todos, los gritos y aplausos se escucharon provenir de todos lados, haciendo un estruendo ensordecedor. Tomé una foto al público. Luego giré mi lente hasta Seokmin, que con una guitarra en mano se sentó en un pequeño banco de madera para comenzar con lo que mejor sabía hacer, cantar. No estaba muy seguro de querer escuchar canciones románticas, habiendo tenido la peor historia de amor de la vida.
Tomé algunas fotografías de él, su cabello ligeramente largo y quebrado que caía sobre su rostro, se movía cada que él hacía un movimiento para echar el flequillo hacia atrás.
Una, dos, tres, cuatro, cinco canciones tocó y cantó. Todas con una guitarra y algunas otras con piano. El primer instrumento me removía el fuero interno. Deseaba que pronto acabara, aquello sólo me hacía traer recuerdos a mi mente y cada recuerdo dolía más que el otro.
—Esta es una nueva canción— dijo pegando su ya cansada voz al micrófono—. Espero que les guste también— se acomodó en el piano y luego de mirar las teclas, comenzó a tocarlas.
Apunté con mi cámara hacia él, y conseguí una bonita fotografía. Retiré la cámara de mi rostro y luego dirigí la vista a la pantalla que prendía arriba del escenario. Lo que hizo que el corazón me dejara de latir por un segundo, fue como si el mundo hubiese parado de rotar, y la gravedad no haya existido por un corto momento.
Aquella pantalla pintaba la escena que yo estaba presenciando en vivo a sólo unos metros de distancia. Pero debajo de las letras que publicaban el nombre de la canción, había un nombre que se destinaba como el autor de aquella letra musical. Un nombre que había estado pronunciando en sueños por varias noches y que mi corazón susurraba en silenciosos latidos.
Choi Seungcheol
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𝗠𝗮𝗻𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗵𝗶𝗯𝗶𝗱𝗼 𓂅 𝘫𝘪𝘤𝘩𝘦𝘰𝘭
RomanceFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueño del único que todo el mundo en mi situación, rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, actuar y...