¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Han pasado meses desde que el príncipe Jacaerys partió hacia Invernalia para ganar la Casa Stark y el Norte para la causa de su madre, la Reina Rhaenyra su visita debería haber sido breve, pero Cregan Stark insistió en que pasara más tiempo en el Norte.
Según su carta, a Lord Stark le había gustado y quería que Jacaerys tuviera una verdadera experiencia del Norte dijo que acercarse a los norteños ayudaría a ganar su apoyo; la vida en Dragonstone era solitaria sin él faltaba una parte de ti.
Pasaste tiempo con Baela y Rhaena, ayudaste a Lucerys a tener más confianza con su dragón, jugaste con Joffrey cuando nadie lo hacía estabas en las primeras etapas de una guerra civil, los adultos no tenían mucho tiempo para el niño la Reina agradeció tu ayuda.
Hace unos días, después de regresar de montar tu dragón, llegó un cuervo de Invernalia un nuevo mensaje de Jacaerys que decía que se esperaba que regresara al final de la tarde la emoción burbujeaba en tu estómago.
Corriendo a tu habitación, no querías saludarlo oliendo a dragón te quitaste la ropa de montar mientras una criada te ayudaba a llenar la bañera con agua caliente. Ella agregó aceite de rosas para suavizar tu piel y te aseguraste de frotar muy fuerte con el cepillo querías lucir bien para Jacaerys.
Después de bañarte, te pusiste un vestido limpio y le pediste ayuda a Baela con tu cabello, ella era la mejor trenzando.
-¿Crees que me extrañó mientras estuvo fuera?- detrás de ti, Baela se rió entre dientes mientras retorcía tus trenzas y las sujetaba con alfileres. -No lo dudaría, Hermana.
Al escuchar el rugido de un dragón, saltaste y fuiste a tu ventana el aire estaba sombrío, lo que dificultaba ver a través del horizonte.
Te mordiste el labio, buscando una forma verde oliva y aunque era un dragón pequeño, las alas rojas de Vermax eran fáciles de discernir en los cielos.
Miraste por encima del hombro a Baela. -Ellos estan aqui.
Terminó tu cabello, asegurándose de que cada mechón cayera perfectamente en su lugar, y bajaste las escaleras con Baela siguiendo tus pasos.
Al llegar al gran salón, viste a la Reina y a sus hijos de pie cerca de la mesa pintada, acompañados de un alboroto de voces.
Lucerys habló animadamente sobre la práctica de la espada mientras un Joffrey muy emocionado saltaba sobre sus pies, emocionado de ver a su hermano mayor; Rhaenyra les dijo que se calmaran y le dieran un poco de aire a Jacaerys, lo que te hizo reír.
El sonido llamó su atención y los ojos de Jacaerys se dirigieron hacia ti.
Había crecido desde que se fue: sus hombros más anchos, su estatura más imponente, su cabello, antes liso, ahora caía en suaves rizos que enmarcaban su rostro a la perfección, ya no se parecía en nada a un Targaryen.
