COMPROMISO

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La sensación de plenitud que dejaban los orgasmos con Ethan, eran un tipo de droga que no quería abandonar. Luego de nuestro arrebato sexual no hubo una conversación extendida, de hecho solo cruzamos un par de palabras, antes de decir que debía volver a trabajar. Me quedé con el “Te extraño y espero verte mañana”, atravesados en la garganta, sintiendo que debía perder esperanza alguna en que se presentase a la inauguración.

En casa, Nate y Susan me ayudaban con la decoración para recibir a los chicos, era algo sencillo, pero acogedor, con arreglos florales, algunos globos y un cartel con una inscripción muy bonita:

No existe mejor viaje que el de regreso a casa. ¡Bienvenidos Samwell y Mariam!

Se suponía que ese viaje marcaría un hito en sus vidas y aunque Sam no confirmó nada, igual merecían ser recibidos con mucho amor. Fueron tres largas semanas en las que sucedieron un sinfín de cosas.

Esa noche también debía
tener una conversación importante con mi hermano. Luego de la pesadilla que vivimos con Marcus, Sam dudaba de todos y todo, para él significó un alivió que yo me cerrase completamente a cualquier tipo de relación sentimental.

La verdad es que no tuve el mínimo interés en ello, hasta que conocí a Ethan. A pesar de nuestros constantes altibajos, se las arreglaba para crear momentos tan perfectos que me hacían doler el corazón imaginando cómo sería sí tuviésemos una relación. Él encendió cosas en mi interior que se me hacían imposibles de reconocer. Ese incesante deseo de explorar y ser explorada sexualmente, era una de ellas. Desearle tanto, al punto de descubrirme en nuevas facetas sexuales que nunca antes había imaginado, vivía ansiosa, esperando nuestro siguiente encuentro. Por supuesto no sería esto lo que le diría a mi hermano. Debía encapsular todo en una simple frase: “Me agrada y nos estamos conociendo.”

Sam, amaba el Sushi y pedí un servicio completo de su lugar favorito. Mariam tenía debilidad por los helados así que compré un pastel de helado de su sabor favorito. Como pasabocas conseguí unos mini pies de limón y maracuyá, que probé mientras buscaba el pastel y me encantaron tanto que decidí traer para la bienvenida.

A las 6:30 p.m. ya solo esperabamos su llegada, Nate se mantenía inquieto e impaciente, entre tanto probaba de los mini pies.

—No comas demasiado o no tendrás apetito a la hora de cenar. —le advertí en tono suave.

—Están riquísimos mamá, tengo un nuevo postre favorito. —dijo relamiendo sus dedos.

—A mi también me gustaron mucho. Hey, no te lamas, ve y lava tus manos.

—¿Ethan vendrá? —inquirió, evocándolo a mi mente.

—No, Nate. Está con mucho trabajo. —expliqué de forma natural.

—¿Pero mañana si lo veremos? —insistió con un atisbo de esperanza en sus ojitos.

—No está en la ciudad y no está seguro de poder llegar a tiempo para mañana, Nate. —bajé hasta ponerme a su altura, su rostro no escondió la desilusión encogiéndome el corazón. —Sin embargo te envió muchos saludos y también dijo que apenas vuelva vendrá a visitarte.

—¿Crees que vuelva pronto?

—Seguro, cariño. Apenas pueda. —sonrió un poco y yo sacudí su cabello. —Ahora ve y lava tus manos.

Unos pocos minutos pasaron cuando el timbre sonó y Nate se apresuró por el pasillo para abrirles la puerta a Sam y Mariam

—¡Pensé que nunca llegarían al fin están aquí! —se abalanzó sobre ambos.

—¿Pero quién eres tú? El enano no era tan alto y apuesto. —bromeó Sam.

—¡Bienvenidos! —dije efusiva al verlos.

TERCER ENCUENTRO. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora