28. Te quiero.

65 7 0
                                    

Me froto la sien, al mismo tiempo que bostezo y abro los ojos lentamente. ¿Dónde me encuentro? No recuerdo haber hecho nada desde que entré en el instituto, por lo que no tengo ni idea respecto a como he llegado aquí.

Me siento sobre la cama, cubierta únicamente con una sábana de color blanco y me concentro en analizar con la mirada la estancia que me envuelve, hay un par de armarios de un color lúgubre a mi izquierda, están cerrados, por lo que no puedo ver qué hay dentro, más allá está la puerta, de color azul, y junto a ella una mesita pequeña con un teléfono de aspecto muy viejo, dudo que funcione, ni siquiera que permanezca a este siglo, sin embargo, se encuentra enchufado, por lo que descarto mi idea rápidamente. Recuerdo haberme encontrado antes aquí, pero no asemejo cuando, ni por qué. En el momento en el que decido levantarme para irme alguien gira el pomo, me apresuro en volver a tumbarme en la cama. Una mujer rubia, con unos bonitos ojos grises y un uniforme tan blanco como la habitación aparece en el umbral de la puerta, sonríe con ternura y me habla.

─¡Vaya, si estás despierta!─Tras cerrar tras de sí, aproxima una banqueta de madera que hasta el momento no había visto hasta el borde de mi camilla.─¿Llevas mucho tiempo aquí mirando a la nada? Siento haberme perdido tu vuelta a la realidad, el director no entendía como funcionaba el fax, he tenido que ir a ayudarle.

Me quedo callada, reflexionando sobre lo que ha dicho de "mi vuelta a la realidad". Me temo lo peor, así que trago saliva, y lo suelto de golpe.

─¿Estoy muerta?

Sus ojos del color de la niebla se abren desmesuradamente, pestañea varias veces y deja escapar una risa inocente, y muy dulce.

─Hombre, es verdad que no nos dan los fondos necesarios para renovar la enfermería desde hace años, pero, ¿tan siniestra te parece de verdad?

Es entonces cuando caigo en la cuenta de que no recuerdo haber salido del instituto porque nunca lo he hecho, me sonrojo al pensar en lo estúpida que debo de parecer en estos momentos y suspiro pesadamente al mismo tiempo que oigo otra risita nerviosa por parte de mi compañía.

─Y, ¿no ha venido nadie a ver cómo me encuentro?─Se lleva el dedo índice a los labios al mismo tiempo que pone los ojos en blanco, como si estuviese tratando de recordar algo.

─Un chico de pelo rubio vino a verte en varias ocasiones, tras las dos primeras no le permití pasar más veces, espero que no te importe, pero estaba en horario escolar, y no es que sea mi deber permitiros perder clase, además, le dije que en cuanto te despertases me encargaría de que se enterase.─Mis rodillas tiemblan al recordar a Dylan, y sé que palidezco un poco porque la chica, comienza a tener sus dudas.─¿No es tu novio?

No sé como responder a eso, es cierto que el otro día me hizo caer en un sentimiento muy perdido por mi parte, pero, no he cortado con él, ni él conmigo. Así que, en cierto modo, supongo que seguimos siendo una pareja, al menos hasta que aclaremos ambos las cosas.

Me aclaro la garganta, sin saber aún que responder y antes de que las palabras salgan solas, alguien golpea en la entrada con fuerza. La enfermera, que no tendrá más de 20 años me mira arqueando las cejas, y tras dar un pequeño saltito hasta el suelo, abre la puerta con cuidado, por su tono de voz, parece que no está muy contenta de ver a quién sea que esté en su punto de mira.

─Oye chico, ya estás comenzando a cansarme, dijimos que te avisaría cuando se despertase, ¿es que no tienes clase o qué?

La voz que escucho me hiela la sangre, le reconozco al instante.

─¡La he oído hablar! Estas paredes son casi de papel, déjame entrar de una vez, Kate.

Cuando asoma la cabeza y me mira, un escalofrío recorre cada centímetro de mi piel, me estremezco y trato de buscar una salida detrás de mi con mis temblorosas manos, cuando aparta a la chica de en medio y se acerca a mi abriendo los brazos no puedo evitar que se me salten las lágrimas, se detiene, y me mira sin advertir que está ocurriendo, me muerdo el labio a la vez que suelto pequeñas suplicas.

─Vete─imploro, con un hilo de voz.

─¿Alison? ¿Qué te pasa, mi vida?

─¡No me llames así!─aúllo asustada.─¡Lárgate!

Intenta acercarse de nuevo, a lo que grito intentando de algún modo asustarle tanto como yo lo estoy en este mismo momento. Se encuentra tan confundido que no puedo evitar pensar en si se le ha borrado la memoria, en cualquier caso, estoy furiosa, me levanto y le golpeo creyendo que así se irá, pero me abraza a su torso, al mismo tiempo que sigo dando pequeños puñetazos sobre su pecho. Finalmente me detengo, y yo también me abrazo a él mientras no puedo evitar que las lágrimas caigan ya a borbotones por mi cara. Besa mi cabeza al mismo tiempo que pasea sus suaves dedos por una de mis mejillas, tratando de aliviar el dolor que desborda mi alma.

─¿Quieres ir a casa?─Su tono es tan dulce, lleno de ternura, que no puedo evitar asentir, a pesar de que me muera de ganas de decirle que antes prefiero ir con la mismísima muerte, a tener que caminar de la mano con él hasta cualquier parte.

Entrelaza nuestros dedos, y tras depositar un casto beso en mi nariz se despide de la enfermera, que al parecer se llama Kate. Ella me observa con sorpresa, y yo no puedo evitar mirar la arruga que le surca la frente , mientras permanezco en completo silencio hasta que salimos de allí. Dylan comienza a contarme sobre el día que le espera, me habla de su entrenamiento, de las galletas que su madre ha preparado y de que para la próxima semana le esperan un montón de exámenes finales. Yo asiento con desdén, y me limito a responder a sus preguntas con monosílabos, y a soltar de vez en cuando un pequeño sonido de asombro, para que crea que realmente le estoy escuchando. Pero en realidad en mi mente no hacen más que desatarse un millón de preguntas, sobre todo englobando el hecho de cómo puede estar comportándose de este modo, tras lo de anoche.

─Alison, lo siento mucho, de verdad.─Le presto atención por un momento, y cuando mi vista se despega del suelo para mirarle, me encuentro horrorizada con sus ojos oscuros desprendiendo esas pequeñas gotas que llevo sintiendo en los carrillos toda la mañana. Se tira al suelo de rodillas y se abraza a mi abdomen, repartiendo besos por este a la vez que brama algo ineludible. Una de mis manos viaja hasta sus rizos, y pasea sus dedos con delicadeza por estos. Reprimo una sonrisa, y recuerdo al chico del que me había enamorado de verdad. El que me esperaba agitado a la salida del instituto, y el que se quedaba sin aliento cada vez que nos separábamos de un beso. El mismo que fuese lo que fuese, lo que ocurrió en mi pasado, consiguió que lo superase, y que me encontrase en el escalón que hoy día me he ganado.

─No tienes nada que sentir─confieso levantando su barbilla para que me mire a la cara.─Te perdono, esto, y todo.

Su cara es un cuadro. Sonríe, muestra una expresión de dolor, se muerde el labio, frunce el ceño, y finalmente se ríe. Se levanta y me coge , me da un par de vueltas en el aire ignorando mis chillidos y yo también me echo a reír.

Cuando me posa en el suelo de nuevo, y yo trato de mantenerme en pie mareada, me sostiene de los hombros para hablarme, en tono relajado.

─Te quiero, Alison Hoffman.

Y no sé si me alegra, o me aterroriza, pero admito, en un susurro.

─Y yo a ti, Dylan.

Visions [ editando por finalización ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora