CAPÍTULO 23

36 3 3
                                    




Jimin se sentía absolutamente derrotado después de visitar a Hyori. Seguía sin solucionar el problema y lo único que había con­seguido era que Choi Youngjae estuviera todavía más resentido, si es que eso era posible. Evidentemente, Seokjin y Taehyung estaban tan preocupados como él mismo y el estado de ánimo de los tres, sentados a la mesa para cenar, era de lo más deplorable.

Seokjin había oído en la ciudad que se esperaba la llegada del juez Walters en cualquier momento, y compartió la deprimente noticia con Taehyung y Jimin.

—Espero que el juez tenga un buen día —dijo Taehyung con la mi­rada clavada en el plato—. Aunque suele ser un hombre justo la mayoría de las veces, se ha ganado el apodo a pulso.

Jimin le miró de reojo.

—¿Qué apodo tiene, Taehyung?

—La gente le llama el Juez de la Horca.

—Maldita sea, Taehyung, ¡no deberías habérselo dicho!

Taehyung le dirigió una mirada avergonzada.

—Lo siento.

—Sin embargo, es evidente que los cargos que le imputan a Jungkook no son tan graves como para colgarle —dijo Jimin.

—Lo serán si el juez los considera así —aclaró Taehyung—, pero no creo que ocurra. Jungkook no ha hecho nada para merecer que le cuelguen y creo que Walters se mostrará de acuerdo.

Jimin se levantó bruscamente de la mesa con expresión som­bría.

—Por favor, disculpadme.

—¡Taehyung!, lo has puesto nervioso —dijo Seokjin

—Jimin debe estar preparado para lo peor, por si acaso el juez dicta sentencia de muerte contra Jungkook. ¿Qué haremos si ocurre eso?

—Ya lo he pensado —dijo Seokjin en voz baja—. Si el juez es demasiado estricto con Jungkook, le rescataremos de ese apestoso agujero que llaman cárcel.

—Espero que no sea necesario. Si nos vemos forzados a in­fringir la ley, los tres nos convertiremos en fugitivos.

Seokjin y Taehyung intercambiaron unas miradas de preocupación, pero los dos sabían que harían cualquier cosa para salvar a su her­mano.

Jimin visitó a Jungkook al día siguiente, intentando en todo momento mantener una fachada alegre. Le llevó una deliciosa y tentadora comida, preparada por el cocinero del rancho, que le pasó a través de la ventana enrejada, pero él no se mostró demasiado interesado en comer y dejó los alimentos en el suelo sin probarlos.

—¿Por qué estás todavía aquí, Jimin?

Jimin le dirigió una mirada llena de exasperación. Si no lo sabía, se lo iba a decir.

—Soy tu esposo.

—Puede que pronto seas mi viudo.

—¡No digas eso!

—Seguro que ya te han dicho que al juez Walters se le conoce como el Juez de la Horca.

—Lo he oído, sí. Pero no puede colgar a un hombre inocente.

—Me temo que las cosas no funcionan así.

—Ningún juez va a ahorcarte por algo que no deja de ser una ofensa menor —insistió Jimin

—¿Significa eso que no regresarás a casa?

—¡Por supuesto!

Él lo miró fijamente a través de la reja de la ventana con un ardor tan perceptible que Jimin notó que se le derretían los huesos. Entonces, Jungkook sacó un brazo por los barrotes y le acarició la mejilla y el cuello con el dorso de la mano.

HEART'S SECRET -KOOKMIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora