CAPÍTULO 30

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Jungkook y Taehyung se fueron al pueblo tan pronto terminaron de cenar. Entraron tranquilamente en el saloon de Jake y miraron a su alre­dedor para ver si había algún problema. Una mirada a la cara de Jungkook era suficiente para saber que estaba de mal humor y la ma­yoría de los clientes le dieron la espalda. Pocos hombres en Dry Gulch estaban dispuestos a discutir con los Jeon cuando mos­traban ese estado de ánimo.

—Ahí está Dinah, Jungkook —dijo Taehyung, reclamando la atención de su hermano sobre una insolente pelirroja de boca exuberante, penetrante mirada azul y figura voluptuosa—. Ve a hablar con ella. Te está comiendo con los ojos.

Jungkook no tenía ningunas ganas de acostarse con aquella prosti­tuta, pero jamás lo admitiría delante de Taehyung. Aunque había com­prado los favores de Dinah muchas veces en el pasado y todo había sido de su agrado, de repente le parecía burda y poco deseable.

—Venga —le urgió Taehyung, dándole un codazo—. Veo a Lisa en la mesa de póquer. Espero que todavía no se haya comprome­tido para esta noche. —Y se encaminó hacia ella.

Los pies de Jungkook no parecían querer moverse en dirección a Dinah, así que se acercó a la barra y pidió un whisky. Se lo bebió de un trago e hizo una seña para que le sirvieran otro.

—¿Intentando coger una cogorza, vaquero?

Dinah se había detenido junto a él y le sonreía con obvias in­tenciones.

—¿Me invitas a un trago?

Jungkook le hizo una indicación con la cabeza al camarero, que le sirvió una copa. Ella la bebió sin dejar de observarle a través de sus largas pestañas.

—¿Qué tal, Dinah?

—¿Qué te parece? —Se dio una vuelta para que la viera bien, haciendo que la falda se arremolinara en torno a sus piernas y re­velando unos suaves muslos blancos.

Jungkook le dirigió una sonrisa lasciva.

—Condenadamente bien.

—Hace mucho que no te veo por el pueblo. He oído que te casaste.

—No fue más que un error. Mañana volveré a ser un hombre libre.

Dinah alzó su vaso en un brindis con los ojos brillantes.

—Felicidades. ¿Quieres que lo celebremos en mi habitación?

En el saloon de Jake trabajaban cinco chicas. Todas eran prosti­tutas profesionales que pagaban al propietario un porcentaje de sus ganancias por el uso de las habitaciones del piso superior. Dinah y Lisa eran las más populares, porque todavía eran jóvenes y atractivas, pero también eran las más caras. Sin embargo, aquel gasto no suponía nada para Jungkook y necesitaba expulsar a Jimin de su mente, probarse de alguna manera que no era él único capaz de complacerle. ¿Para qué necesitaba un esposo cuando podía tener a Dinah cada vez que deseara sin tener que asumir la responsabilidad o la permanencia que conllevaba el matrimonio?

—¿Estás libre? —preguntó Jungkook.

—Siempre estoy libre para ti. —Le tomó del brazo y lo con­dujo hacia las escaleras—. Eres el mejor, Jungkook. Tú sí que sabes cómo complacer a una mujer.

Jungkook intentó sentir algo de pasión mientras subían hacia la ha­bitación de Dinah. Bien sabía Dios que quería experimentar aquella urgencia que siempre le acuciaba con sólo pensar en hacer el amor con Jimin, pero desafortunadamente, no la sintió. Se sentía estúpido y, para mayor humillación, ni siquiera se excitó cuando Dinah se des­nudó lentamente ante él y le indicó que se tumbara en la cama.

HEART'S SECRET -KOOKMIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora