CAPÍTULO 36

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Fue necesario que lo contuvieran los dos alguaciles y que lo arrastraran fuera de la estancia. Sus últimas palabras antes de desaparecer fueron para dar ánimos a Jimin.

—¡No te preocupes, cariño, no permitiré que Kang se salga con la suya!

Jimin quiso correr tras él e intentar convencer al sheriff de que decían la verdad, pero estaba totalmente desnudo debajo de la manta.

—Vístete. Saldremos de Butte de inmediato —dijo Kang—. Ya me has humillado suficiente para toda la vida.

—No pienso vestirme delante de ti.

Él le dirigió una mirada de lujuria.

—Me encantaría unirme a ti, pero preferiría no acostarme contigo en la misma cama en la que has retozado con él, aunque como no te muevas rápido, haré lo que deseo desde hace tanto tiempo.

Jimin le lanzó una mirada llena de veneno, pero hizo lo que le decía. No quería que lo tocara. Sosteniendo la manta sobre su pe­cho desnudo, recogió la camisa de la silla y se la pasó por la ca­beza. Entonces se sintió menos vulnerable y pudo ignorar la lujuriosa mirada de Kang, que lo siguió a través de la estan­cia. Cogió el pantalón y se lo puso bruscamente mientras contenía la cólera, dándole la bienvenida al peso del arma que tenía en el bolsillo. Le daba valor y una temeraria confianza en sí mismo.

—No pienso ir a ningún sitio contigo —dijo Jimin sostenién­dole la mirada—. No me das miedo. No estoy casado contigo, jamás lo he estado.

—No pienso regresar solo a Rolling Prairie y convertirme en el hazmerreír del pueblo. Oh, no, de eso nada. Mi esposo vendrá conmigo.

Jimin se rió en su cara.

—Jungkook no estará en la cárcel mucho tiempo. Eres estúpido si piensas que no va a seguirnos.

Kang cerró los dedos en torno al brazo del joven, ha­ciéndole daño mientras lo arrastraba hacia la puerta.

—Estaremos de regreso en Rolling Prairie antes de que el she­riff suelte a tu amante. Ya he hecho los arreglos para coger la di­ligencia de la tarde. Ya sé que le podrán en libertad, pero te aseguro que jamás llegará al pueblo vivo. Mucho me temo que tendrá un desgraciado accidente en el camino. Mis hombres no volverán a fa­llar.

—No conseguirás que vaya contigo —dijo Jimin, sacando el arma del bolsillo y apuntándole al vientre.

—¿Me estás amenazando? —inquirió él en tono colérico.

—En efecto. Limhyun se encuentra fuera de tu alcance, recupe­rándose en el rancho Jeon. Ya no tienes manera de intimi­darme.

Los ojos de Kang brillaron peligrosamente, algo que de­bería haberle puesto en guardia.

—Date la vuelta, Minhyuk. Cruza la puerta y no te detengas.

Aunque hizo ademán de acceder y llegó a poner la mano en el picaporte, en lugar de girarlo se dio la vuelta con rapidez, con el brazo en alto, alcanzando al joven en la cara y haciéndolo caer. Demasiado sorprendido para moverse, se quedó a los pies de Kang, que se inclinó con toda la calma del mundo y le arrebató el revólver.

—¿Qué me estabas diciendo, querido? —Tenía una expresión dura y una mirada helada que lo dejaron paralizado—. Levántate. Ahora, saldremos de aquí los dos juntos y nos dirigiremos a la di­ligencia. Antes de salir del hotel, di órdenes de que llevaran el equi­paje a la estación.

—¿Cómo supiste que estaba con Jungkook? —preguntó Jimin con voz temblorosa. Le ardía la parte izquierda de la cara y tenía los labios entumecidos por el golpe.

HEART'S SECRET -KOOKMIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora