CAPÍTULO 32

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Limhyun gimió y abrió los ojos. Lo último que recordaba era entrar en el barracón, luego sintió un golpe en la cabeza y todo se volvió negro. Se incorporó lentamente, llevándose las manos a las sienes, hasta que el mundo dejó de dar vueltas. Cuando finalmente pudo volver a abrir los ojos, no vio nada familiar a su alrededor. Estaba sobre una litera, en un pequeño cuarto oscuro, y pequeños retazos de luz se filtraban entre las rendijas de una ventana, cerrada con tablones desde fuera, y por debajo de la puerta.

Se puso en pie y, tambaleándose, se dirigió a la puerta para pro­bar el picaporte. Estaba cerrada. Levantó el brazo y comenzó a golpearla hasta que oyó una voz al otro lado que le aconsejaba que se detuviera.

—¿Dónde estoy? —preguntó Limhyun a través de la madera.

—Eso no importa. Todavía estás vivo, ¿verdad? Ahí tienes co­mida, agua y todo tipo de comodidades. Te proporcionaré más cuando lo considere necesario.

Limhyun reconoció la voz de su captor.

—¿Pete? ¿Eres tú? ¿Qué estás haciendo? Déjame salir.

—No vas a ir a ninguna parte, Limhyun. No hasta que el jefe lo diga.

—¡Trabajas para Kang! ¡Condenada sea tu alma! Será mejor que no le hayas hecho daño a Jimin.

Pete soltó una carcajada burlona.

—No te preocupes por él, sino por ti mismo. Ya se ocupará Kang de Park Jimin.

Limhyun maldijo sin cesar durante un buen rato, luego se volvió hacia la litera para evaluar la situación y pensar. Su prisión era una choza de una sola estancia que parecía haber sido reparada preci­pitadamente para evitar que escapara. Había una litera, una mesa coja y dos sillas desvencijadas como único mobiliario. Sobre la mesa vio un saco con víveres y una cantimplora con agua. En una de las esquinas había un cubo para desperdicios.

En la única ventana habían clavado unos tablones y la puerta tenía una barra de hierro por fuera. Limhyun clavó la mirada en las rendijas de luz que se filtraban por las numerosas grietas de las paredes y se dio cuenta de que tenía pocas posibilidades de esca­par. Pero no había vivido tantos años sin haber aprendido un par de cosas.

Antes de que la oscuridad le impidiera seguir observando su entorno, Limhyun había localizado dos lugares vulnerables en las pa­redes precipitadamente reparadas, lugares que tenía que estudiar con más minuciosidad. Mientras comía cecina y galletas secas y bebía de la cantimplora, decidió dejar la tarea para el día siguiente, cuando pudiera ver mejor.

Se despertó al rayar el alba y se acercó de inmediato a la pared para sopesar la situación. Se dio cuenta de que le llevaría un mon­tón de tiempo y paciencia agrandar el agujero que Pete había re­parado y reforzado clavando tablones encima. Además, haría mucho ruido; suficiente para alertar a un sordo. Decaído, se volvió a sentar en la hamaca para meditar.

Cuatro días después, Limhyun no estaba más cerca de escapar que el primer día. Había escuchado a Pete moviéndose en el exterior y había intentado convencerle en repetidas ocasiones de que le soltara; todo fue en vano. Cuando Pete le dijo que se marchaba al pueblo a buscar instrucciones y suministros, Limhyun casi gritó de alegría. Si permanecía fuera el tiempo suficiente, quizá podría con­seguir escapar.

Se dispuso a intentarlo en el mismo momento en que oyó que el hombre se alejaba a caballo. Ya había buscado armas y herra­mientas en la estancia sin hallar nada, pero eso no le detuvo. Buscó el lugar más débil de la pared, recientemente parcheado, y co­menzó a darle patadas. Lo hizo durante tanto tiempo que se le cansaron las piernas. Por fin se dio cuenta de que así no conse­guiría romper los tablones, por lo que, casi sin aliento, se volvió a sentar.

HEART'S SECRET -KOOKMIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora