HEART'S SECRET -KOOKMIN-

CAPÍTULO 9

Jimin estaba esperando a Jungkook en la cocina cuando éste bajó a desayunar a la mañana siguiente. El saludo del joven no fue nada entusiasta, pero él hizo como que no se daba cuenta, imaginando que Jimin seguía irritado tras el encontronazo de la noche anterior.

—Lim está ensillando los caballos —dijo Jimin—. Iremos al pueblo en cuanto desayunes. He hecho una lista de los suministros que necesitamos. El señor Schultz, el propietario del almacén, aún nos da crédito. ¿Has escrito ya la carta?

—La escribí anoche después de abandonar tu habitación. —Le brindó una mirada insinuante—. Por alguna razón, no podía dormir. —Había pasado la mitad de la noche antes de que el deseo por Jimin le permitiera conciliar el sueño.

A Jimin le dio un vuelco el corazón. Jungkook no era el único que no había podido dormir la noche anterior. El ardor que sus manos había provocado en su piel lo había mantenido en vela. Se había pasado la noche dando vueltas en la cama mientras intentaba olvidar todo lo que encontraba atractivo y excitante en Jungkook, sin embargo había recordado hasta el último detalle. Cuando el sueño finalmente lo reclamó, soñó que estaba entre sus brazos, experimentando todas esas sensaciones que le había prometido, aunque sólo podía imaginar la mayoría de ellas.

Jimin puso un plato con jamón y huevos ante él, agradeciendo que no pudiera leerle los pensamientos.

—Esperaré fuera. Sal cuando acabes.

—¿Tú ya has desayunado?

—He tomado algo con Lim.

Él le lanzó una mirada especulativa.

—No pensarás ir al pueblo con esa ropa, ¿verdad? —A Jungkook le gustaba verlo con aquellos pantalones ceñidos, pero no quería que otros hombres admiraran aquel curvilíneo trasero—. Ahora eres mi esposo y debes vestirte de manera adecuada.

—¿Perdón? —La voz de Jimin temblaba de cólera—. Me vestiré cómo me dé la gana, tú no eres quién para darme órdenes.

Jungkook arqueó las cejas.

—¿Soy o no soy tu marido?

—Lo eres —admitió a regañadientes.

—Entonces te sugiero que me hagas caso. No quiero presenciar cómo otros hombres te comen con la mirada. Me perteneces y ningún otro tiene derecho a admirar lo que es mío.

Jimin casi soltó una carcajada. Si no supiera que no era posible, pensaría que Jungkook estaba celoso. Menuda tontería.

—¿A que nunca te has puesto pantalones holgados para montar a caballo?

—¿No tienes traje de montar?

—Es mucho más cómodo cabalgar con pantalones como estos.

—¿Vas a cambiarte de ropa tú solo o prefieres que te ayude yo?

Jimin puso los brazos en jarras y le lanzó una mirada colérica.

—De acuerdo, que sea a tu manera.

Pasó con rapidez junto a él y subió las escaleras contoneando el trasero provocativamente, sin oír el gemido de frustración de Jungkook.

Cuando él terminó de desayunar, Jimin había regresado ya a la cocina con un pantalón de algodón y una impoluta blusa blanca.

—¿Mejor así, maridito?

Jungkook contuvo una sonrisa.

—Mucho mejor, mi querido esposo. —Se levantó y le ofreció el brazo—. ¿Nos vamos?