CAPÍTULO 31

10.1K 662 300
                                        



CHIARA


Hace unas semanas que comencé a investigar lo que está pasando en mi familia. He estado tan inmiscuida en el asunto con Yura, que deje de prestar atención a las personas que me rodean, baje la guardia y es algo que no puedo permitirme. No alguien de mi nivel y poder.

Brina ha comenzado su trabajo de investigación, tiene que ser muy cuidadosa porque a la familia Santoro nunca debes subestimarla. Cuando de dinero y poder se trata, de irían los unos contra los otros de ser necesario y lo que Alessandra escucho en su boda, solo termina de confirmar mis sospechas. Algo está pasando aquí dentro.

Mi padre aún no se ha dejado ver por sus hermanos o el abuelo. En la boda de Ale, no estuvieron como invitados, no después de la manera en que la han despreciado y abandonado luego de obligarla a contraer matrimonio.

En mi familia tenemos una sola regla, y es que entre nosotros somos intocables, por muy mal que actúe alguien, la familia es familia siempre.

Yo no estoy de acuerdo con ese lema, para mi, un traidor merece la muerte, por muy familia que seamos, y es algo que cambiaré de ahora en adelante. No me importa si se me viene encima toda la familia Santoro. Voy a limpiar este maldito lugar.

—¿Quieres que nos vayamos a Nápoles? —pregunta Hanna.

—Es lo que dije —digo cruzando una pierna —ambos saben que la Camorra está quedando por los suelos, están perdiendo grandes negociaciones por culpa del imbécil que quería adueñarse de la Cosa Nostra.

—¿Quieres que arregle el desorden? —pregunta Leonardo caminando de un lado a otro.

—¿Te puedes sentar? —le apuntó el asiento junto a Hanna —Me estás desesperando, Leo.

Suelta un gruñido y hace lo que le pido pasando su brazo por los hombros de Hanna.

—Lo que quiero es que tu seas el líder de la Camorra —le apunto a mi primo —y tú su dama —le digo a mi hermana.

Ambos se observan a los ojos por un rato como si se hablaran con la mirada.

Mientras ellos deciden algo, veo una pequeña manito asonarse por la puerta y sonrió al ver a una pequeña de cabello castaño oscuro y ojos verdes. Me llevo un dedo a los labios en señal de que haga silencio y me sonríe con complicidad.

—Bueno —me levanto —los dejaré que hablen sobre esto y piensen muy bien en la propuesta.

—Te lo comunicaremos el fin de semana —dice Hanna —No podemos solo irnos y ya.

—Comprendo —digo acercándome a la puerta —Hasta el fin de semana.

Cierro la puerta y tomo en mis brazos a la pequeña Isabella, ella se ríe y me abraza para darme un beso en la mejilla.

—¿Que hacías escuchando conversaciones de adultos? —le pregunto lanzando al aire y se ríe aún más.

—¿Me llevas? —pregunta.

—Tu madre me golpeará, pero vamos.

Sin decirle a nadie, salgo de su casa y le pido a uno de mis escoltas que lleve mi auto y me subo a una de las camionetas.

Siento a Isabella en mis piernas y comienza a hablarme de los días que estuvo con Yuna y mi madre en Nueva York.

—¿Te divertiste? —le pregunto.

—Mucho —me abraza.

Le pido a mi chofer que nos lleve hacia el viñedo y le envío un mensaje a Viviana para que vaya hacia allá.

HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora