CAPÍTULO 17

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CHIARA

—Lleva meses así y no quiere hablar —me informa Vittorio; unos de mis hombres más leales.

—Déjamelo a mi —ingreso al sótano y me saco la sudadera con la que salí para hacer ejercicio.

—La señorita Viviana dijo que la esperaría en su casa —me informa y asiento.

—¿No hay nadie rondándola? —preguntó en lo que bajamos.

—Hasta el momento no señorita —me informa —hemos estado vigilando también lo de la boda de su amiga.

—Bien, mantenme al tanto si hay algún movimiento extraño.

—Su hermana Roxanne —dice mostrándome su celular —se ha intentado comunicar con usted.

—Luego hablo con ella.

Me coloco las vendas en las muñecas y me enredo el alambre de púas sobre estas. Me aseguro de que no se saldrán de su lugar y me acerco al hombre que está colgado de los brazos y con un collar de metal en el cuello, tal como sometía a Emma.

—¿Dónde está? —le preguntó una vez más, pero ni siquiera levanta la vista antes de responder.

—Muerta —dice la mentira que los han obligado a decir.

—No. Todo esto fue orquestado por ella, así que quiero que analices muy bien tus opciones.

—Siempre seré fiel a la Yakuza.

—Tu hermana es muy hermosa —le comento y alza la vista —la vi en mi último viaje hace unos días, se veía tan feliz corriendo con sus migas hacia el instituto —comienza a respirar más fuerte, pero no es suficiente para que diga algo —le ofrecí una beca, tu madre acepto que viviera a estudiar a Italia.

—¡¿Que le hiciste?! —grita moviendo sus cadenas.

—La salve antes de que el hombre que tú pusiste a vigilarla comenzara a verla como la mujer en la que se está convirtiendo.

—¡Jamás se harían algo!

—¿Como a tu mujer? —pregunto —¿no fue uno de los tuyos quien acabó con ella porque estaba "ebrio"?

—Ella lo provocó.

Me acerco a él y suelto el primer puñetazo contra su rostro, la carne de su cara se desprende por las púas del alambre y el gruñe por el color.

—¿Ella lo provocó? —le doy un izquierdazo en el mentón y su cabeza queda colgada hacia atrás. —Si hubiera pasado lo mismo a tu hermana ¿también lo justificarías?

Antes de que responda una estupidez, ensartó las púas en su abdomen y cada vez que las retiro, su carne se desprender. Lo golpeó con tanta fuerza que puedo sentir como algunas púas han traspasado las vendas, pero no siento dolor.

—¡¿Sonde está?! —grito una vez más —¡¿Quieres que tu hermana tome tu lugar?!

—Filipinas —balbucea —el último mensaje vino de ahí.

—¿Hace cuánto?

—Cuando tomé a la que creí que era tu mujer —ordenó que lo suelten y cae de rodillas aún con las cadenas en sus muñecas. —Encuentren a la que quiere mi puesto... mátenla.

—¿Quien más recibió ese mensaje? —pregunto.

—Solo mi equipo —comienza a toser sangre.

—Al menos mando a un estúpido —sacó el arma y le disparo en el pecho para luego salir de ahí.

HeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora