Capítulo 33-Ellos me Quitaron mi Corazón

14 0 0
                                    

"Si se ha de herir a un hombre, se tiene que hacer tan gravemente que no se tema su venganza". Nicolás Maquiavelo.

Hace un año y medio...

Fue en el hospital general de Tokio donde cierto evento cambiaría el rumbo de todo el crimen organizado y la vida de un joven descarriado. 

Una mujer salió de dicho hospital para fumar un rato. La mujer lucía cercana a sus cincuenta, su cabello era esponjoso y largo de un color avellana, sus ojos eran de un marrón apagado. Vestía su bata de médico sobre una camisa algo escotada, junto a una falda negra que le llegaba hasta por debajo de las rodillas, usaba pantimedias negras y zapatos con tacón. Su rostro, aunque hermoso, lucía también bastante cansado.

En medio de su tiempo de soledad, una figura incordia apareció de entre las sombras, era un hombre que le puso un cuchillo en la garganta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En medio de su tiempo de soledad, una figura incordia apareció de entre las sombras, era un hombre que le puso un cuchillo en la garganta.

—¡Dame todo lo que tienes maldita! ¡No te atrevas a pedir ayuda! —amenazó escupiendo cada vez que hablaba.

La mujer estaba muerta de miedo, pensaba que cualquier palabra errónea le costaría la vida.

—Yare yare daze... parece que ahora uno ya no puede fumar tranquilo sin que un adicto venga a molestar.

El hombre y la doctora voltearon a un lado y se encontraron con un joven de cabello corto alborotado, vistiendo un abrigo grueso y pantalones jean rasgados.

—¡¿Qué es lo que quieres, mocoso de mierda?! ¡¿Quieres que te patee el culo?! —gritó el hombre, yendo a atacarlo con el cuchillo.

El chico chasqueó la lengua con fastidio, esquivando como si nada el ataque del hombre y para la vista de la doctora, parecía que aquel chico solo le dió un pequeño toque en el pecho, pero cayó agarrándolo con dolor hasta que finalmente murió.

—Te hubiera dejado ir con una advertencia, no estaba de humor hoy —musitó rascándose la nuca.

—¡Mí nombre es A-Akiyama Yasu! —exclamó la doctora, por puro impulso, tras haber sido salvada de aquella forma que parecía sacada de un manga shonen, solo podía sentir admiración por aquel jóven.

—Yo soy Hayakawa Ryoma, dime, ¿quieres pelear también? —preguntó como si nada.

—¡¿Q-Qué?! ¡No no no no! —negó con una sonrisa nerviosa.

—Ah, ok, cuídese Akiyama-sensei —dijo despidiéndose para luego internarse en la oscuridad de la noche.

Yasu quedó completamente asombrada tras aquel primer encuentro con aquel jóven que le salvó la vida, tenía mil y un preguntas que hacerle, para su mala suerte no lo volvería a ver en varios días.

Una semana después del incidente en el hospital, Akiyama Yasu caminaba hacia su trabajo por las calles de Tokio, cuando algo llamó su atención. 

En un callejón, recostado contra la pared se encontraba el joven que la había salvado, dormía plácidamente a pesar del frío que hacía en la ciudad en aquella época del año. Nuevamente, por puro impulso decidió acercarse a él, agacharse y ponerle una mano en el hombro para despertarlo, pero sin que ella pudiera darse cuenta de cuándo pasó, se encontró a sí misma tirada en el suelo con el joven encima suyo, con una mirada que no podía ser descrita como la de un humano, sino como la de un monstruo sediento de sangre. 

LA MÁS GRANDE EPOPEYA: El Retorno de las Leyendas. VOL 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora