Capítulo 65-Dragones

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"Los monstruos y los fantasmas son reales, viven dentro de nosotros y a veces ganan". Stephen King.

Aquella noche, Siegfried se sumergió en una profunda meditación dentro de su propia mente y alma, usando las enseñanzas de Dwayne y de Jane para poder hablar con su otro yo, Sigurd. Relajando todo su cuerpo y mente, en poco tiempo fue capaz de ingresar a su mundo interior, aquel bosque nevado de Midgard. Sigurd estaba sentado en su trono de hielo, dándole la espalda a Siegfried, varios cristales de hielo flotaban a su alrededor, mostrando algunas memorias de Siegfried de cuando convivía con los miembros de su equipo.

—Nunca espere que reaccionaras igual que yo cuando ocurrió lo de H.H Holmes —dijo Siegfried, sacándolo de sus pensamientos.

—No seas idiota, no soy un puto monstruo sin emociones, además de que me cae bien esa chica loca —respondió con una ligera mueca de disgusto—. Yo no tengo nada en contra de ellos, no me han hecho nada... bueno la doctora me atacó por la espalda, pero ya la perdoné por ello.

—Tu deseo de volverte un Dios de la Guerra, ¿es por la promesa que le hicimos a Fafnir? —preguntó Siegfried, con algo de melancolía.

—¿Tú qué crees?... De no ser por Fafnir, no existiría el Asesino de Dragones, nosotros no seríamos nada sin él —declaró Sigurd, frunciendo el ceño—. Se lo debíamos y por eso empecé a odiarte cuando renunciaste a ese sueño.

—Renuncié por lo que ocurrió con Brynhildr.

—¡¿Y crees que a mí tampoco me horrorizó lo que ocurrió aquella noche?! —exclamó golpeando su trono—. Estoy plenamente consciente de todas las cosas malas que hicimos en el pasado, pero nada de lo que hagamos cambiará eso... tal vez solamente el deseo de Hístor, pero tú ya perdiste tu voluntad de vivir. Tienes todo lo que una persona normal quisiera, amigos, rivales, una mujer que está enamorada de tí, una gran aventura llena de desafíos por delante y aún así, constantemente deseas la muerte. Desearía tener tu suerte, maldito.

—¿Realmente no odias a Fahrenheit? —preguntó pensativo.

—Te he dicho que no, ¿estás sordo o algo? 

—¿Entonces qué te parece si convives unos días con ellos? Pero solo si prometes no hacer nada, de lo contrario, tomaré el control y no saldrás en lo que queda de La Más Grande Epopeya —propuso con un tono serio y una mirada analítica.

—¿Cuál es el truco? —inquirió arqueando una ceja.

—No hay ningún truco, solo quiero que convivas con ellos un par de días, por lo que he podido notar... también deseas que ellos sean tus amigos —respondió señalando con su dedo índice los cristales que proyectaban sus recuerdos—. ¿Qué me dices? ¿Te comportarás mientras estés con ellos?

—Bien, prometo sobre el alma de Fafnir y por propia vida comportarme y no hacer nada imprudente —aseguró levantándose de su trono para estrechar su mano con la de Siegfried—. Eso de comportarme... ¿también incluye mantenerme alejado de Jane Lewis?

—No realmente, solo no te excedas con ella —aclaró cabizbajo.

A partir de esa noche, durante setenta y dos horas, Sigurd tomaría el control del cuerpo de Siegfried, queriendo poder experimentar lo que él hace con sus demás amigos. Sin embargo, cosas inesperadas también pasarían en el transcurso de esos días.

Esa misma noche, Hayakawa Ryoma tuvo un sueño peculiar, en él estaba parada en medio de una aldea japonesa antigua, todas las casas se estaban incendiando y los gritos se escuchaban por doquier. En el centro de dicha aldea, había un hombre en el suelo de rodillas, mirando impotente todo el caos que invadía el lugar, derramando lágrimas como ríos; el hombre era parecido a Ryoma, solo que mucho más adulto, llegando a los de treinta y en su espalda, estaba el tatuaje de un dragón. Aquel hombre, era Hayakawa Ryuken, el hombre que se convirtió en un dragón.

LA MÁS GRANDE EPOPEYA: El Retorno de las Leyendas. VOL 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora