Capítulo 28-Débiles y Fuertes

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"El verdadero camino de las artes marciales no es el de la violencia, sino el de la paz interior". Musashi Miyamoto.

Hace quince años...

En los campos del norte de Inglaterra, nació un niño, su nombre era Alastor Thorn, cuyo nombre era la personificación de una maldición.

Aquella tarde de finales de febrero, Alastor caminaba por unos campos de trigo, buscando matar el rato después de sus entrenamientos con la Taumaturgia

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Aquella tarde de finales de febrero, Alastor caminaba por unos campos de trigo, buscando matar el rato después de sus entrenamientos con la Taumaturgia. Su paseo se vió interrumpido por dos vándalos cinco años mayores que él que lo rodearon, ellos sabían que Alastor era un chico rico, por lo que lo tenían en la mira desde hace unos días para poder robarle algo de dinero.

—¿Les ayudo en algo? —preguntó el joven Alastor, arqueando una ceja.

—Danos todo tu dinero mocoso, al menos que quieras una paliza —amenazó el chico que estaba sus espaldas.

Alastor estaba totalmente calmado, personas como ellos no eran un problema para él, quien era uno de los bendecidos usuarios del Maná, un Mago. Sacó las manos de sus bolsillos y se dispuso a realizar uno de sus hechizos para quitárselos de encima, pero una presencia le llamó la atención.

—Deberían ocupar su vida para algo mejor en vez de molestar a un chico.

Era un hombre de unos cincuenta años, sus ojos eran café, con el cabello rapado, pero con un prominente bigote blanco, lo más destacable de él era su gran musculatura junto a su altura de 2, 05 metros. Vestía una camisa blanca con botones manga corta, con unos pantalones negros con tirantes que llevaba en los hombros y zapatos mocasines, en su hombro izquierdo habían varios nombres marcados con una fecha debajo de ellos.

 Vestía una camisa blanca con botones manga corta, con unos pantalones negros con tirantes que llevaba en los hombros y zapatos mocasines, en su hombro izquierdo habían varios nombres marcados con una fecha debajo de ellos

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Había algo en la mirada de aquel hombre que intimidó a los vándalos, por lo que se fueron corriendo del campo, dejándolos a los dos solos.

—¿Estás bien, niño? —preguntó el hombre con voz grave.

—No le pedí que me ayudara —replicó algo molesto de que le hayan quitado su diversión.

—No lo hice porque me lo pidieras, te ayudé porque quise hacerlo —declaró el anciano, guardando las manos en los bolsillos.

LA MÁS GRANDE EPOPEYA: El Retorno de las Leyendas. VOL 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora