Capítulo 17

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¡EEYY! Antes de comenzar su lectura, quiero hacerle una advertencia a las personitas sensibles (¿Hay de esas aquí?... No debería) tal vez quieras saltarte la primera parte 🙂

Ahora sí, procedamos.

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Masacrik estaba nuevamente en su "consultorio" con un nuevo "paciente". El mismo procedimiento de siempre: le inmovilizó con extrañas y dudosas sustancias, le puso una ropa idéntica a la que él solía llevar, le colocó una máscara que le permitiera respirar y ver y se aseguró de que estuviera consciente todo el tiempo. ¿Cuántas horas habría pasado ya ahí esta vez?

—Este sujeto ha sido una persona horrible, ha hecho cosas muy muy malas y deplorables; merece morir. —hablaba él.

La otra persona lo escuchaba y no entendía nada de lo que estaba pasando, ¿Por qué este hombre le estaba haciendo esto? ¿Quién era él y qué quería? ¿Por qué estaba diciendo esas cosas? ¿Acaso le había confundido con otra persona que le había hecho algo malo en el pasado? Le encantaría poder hablar con él y aclarar las cosas, y decirle que no era la persona a quien buscaba,  pero no podía hablar, solo escuchar y desesperarse; sentía como si todo su cuerpo se hubiera desconectado y solo su mente seguía en funcionamiento.

—¿No te parece, que una persona tan vil merece sin dudas morir? El mundo estaría mejor sin sujetos así; de esta forma, ya no habrá quien le haga daño a su igual; sí, definitivamente, debes morir, y el mundo estará mejor así.

De los ojos de la persona sobre la mesa empezaron a brotar lágrimas.

—¿Qué? ¿Qué es esto? ¿Ahora lloras? ¿Quieres pedir perdón? ¿Implorar clemencia? Oh no, ¿A cuántas de tus víctimas escuchaste cuando pidieron esto mismo? No me digas que ahora quieres pedir perdón por tus malas acciones, ¿Te arrepientes ahora?¿Quieres la redención? ¿Quién te dijo que un criminal como tú tiene derecho siquiera a querer arrepentirse?

Se alejó de la mesa y se volteó para tomar una sierra eléctrica, volteando de nuevo hacia la persona, sus ojos y boca bien abiertos en medio de una sonrisa lunática.

—¡La palabra de Dios dice: ama a tu prójimo de la misma manera en que te amas a tí mismo!— encendió el instrumento cambiando su sonrisa a una mucho más siniestra —Bueno, este es el amor que yo tengo— y empezó a cortar separando partes al azar, mientras su expresión cambiaba poco a poco a una de ira y resentimiento.

—¡Esto es lo que mereces! ¡Mereces morir!  ¿Por qué, naciste en primer lugar? !No debiste haberlo hecho! ¿Por qué te aferraste a la vida todas esas veces que estuviste tan cerca de morir? ¿¡Ah!?, ¡Debiste dejar que el destino acabara contigo!

Ya no sabía si la persona lo seguía escuchando, pero seguía hablando como si aún estuviera siendo escuchado, hasta llegar a un punto en que su sujeto de prueba definitivamente debería estar muerto; entonces apagó el instrumento.  Con salpicaduras pequeñas de sangre en la cara y la ropa, su cuerpo temblaba un poco y empezó a caminar hacia atrás hasta que se apoyó de una pared, y entonces se deslizó hasta el piso, rodeó sus rodillas con sus brazos y hundió la cabeza en el espacio que quedó. —Mereces morir— repitió con voz temblorosa, ¿Estaba llorando? No quería ver a Ushko ese día, quería estar solo.

Unas horas después salió y le entregó una bolsa mientras intentaba esquivar su mirada—Ushko tira esto, es inservible— y se fue a su cuarto, para encerrarse lo que quedaba del día, como si quisiera fingir que no existía; incluso cuando ella empezó a llamarlo y a tocar la puerta para entregarle su almuerzo, pero como no salió, ella entendió y le dejó el plato en el suelo y se fue para dejarlo solo.

La vida en psiconía (Pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora