Capítulo 23: orejas

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La rutina es: despertar temprano, atender pacientes, un descanso para comer, volver al trabajo, y seguir así hasta la hora de cerrar el consultorio, casi a la noche, cuando todo queda tranquilo y se va a dormir.

La rutina puede volverse algo cansado, monótono e incluso desesperante, y más aún, con certeza lo hará en algún momento; por eso es necesario buscar alguna forma de que esta no te atrape y te absorba, porque de ser así, si todos nos dejamos llevar por los horarios, seríamos semejantes a los robots, que trabajan tendido y de forma automática hasta el agotamiento, o al menos así lo piensa él. Por eso decidió conseguirse una mascota: un ser pequeño que pudiera aportar algo de brillo a su vida, la suficiente espontaneidad como para hacer que los días no sean grises, pero lo suficientemente pequeño y tranquilo como para no sentirse como una carga y que no ocasionara muchos problemas a su ya pesada vida. Un gato le pareció la mejor opción: bajo mantenimiento, pequeño, fácil de cargar, lo suficientemente independiente como para que él pueda trabajar tranquilo sabiendo que su mascota estará bien en la casa, pero que sin dudas le da buenos momentos y alegría.

¿Alguna vez se han preguntado cómo cabe tanto amor, ternura y locura dentro de un cuerpo tan pequeño? Y más aún, cómo estos llegan a ti de una forma tan perfecta y casi orquestada para que parezca algo casual. Poco tiempo después de que decidiera conseguir una mascota que le hiciera compañía, se encontró con esta pequeña cosita tan linda y no lo dudó ni por un momento para llevársela con él. Le puso por nombre orejas, ella era su chica especial, su consentida; lo recibía con una mirada llena de amor y alegría cada vez que volvía del consultorio que tenía instalado en una parte de la casa. Tenía una forma graciosa y un poco peculiar de andar, y eso hacía que le arrancara una sonrisa con solo verla; era muy pequeña y tierna, siempre andaba detrás suyo incluso cuando se quería meter al baño o a la cama; aunque por supuesto que su entrada al consultorio estaba prohibida, a menos que pudiera servirle para calmar a algún paciente en casos muy específicos.

Había algo en esa pequeña cosita que le parecía encantador, y que provocaba que él le perdonara cualquier cosa, sin importar qué tan traviesa pusiera ser; algo, pero no podría decir exactamente qué. Esta es la influencia que tienen las mascotas sobre nosotros. ¿Sería su colita esponjosa? ¿Sus grandes ojos? ¿Su forma tan divertida de caminar? O tal vez podría ser una combinación de estos.

Este día, como siempre, luego de despertar y darle los buenos días a la pequeña orejas en forma de unas palmaditas en la cabeza, se fue a la cocina a preparar su desayuno; tomó una taza de café mientras la veía comer de su tazón. ¿A qué sabrán las croquetas? ¿Ella en serio las disfrutará, o es solo que no conoce nada mejor? Bueno,  quiere pensar que sí le gustan cuando él pasa un tiempo considerable en la tienda tratando de decidir cuales le podrán gustar más, revisando las barras nutricionales y los ingredientes; además, ella nunca le ha dicho lo contrario (tampoco es como si lo pudiera hacer en caso de que no le gustaran), así que solo sigue tomando su café, hasta que escucha que sus tostadas están listas.

Luego del desayuno es hora de abrir el consultorio. Los pacientes llegan aquí, en su mayoría con previa cita: una llamada para establecer la hora de la consulta, algunos días son muy ajetreados, y otros monótonos y flojos, pero en esos al menos puede pasar más tiempo con su querida gatita entre visitas y exámenes.

Lo bueno de vivir lejos de la ciudad, además de la falta de ajetreo y ruido, es que no hay muchos médicos, así que tampoco hay mucha “competencia” con otros consultorios. Tiene varios “clientes fijos” que son más que nada personas de la misma familia que le han tomado mucha fe y van siempre a él o envían a sus familiares con recomendaciones muy buenas sobre él. También están esas personas hipertensas y paranoicas que van por cada dolor de cabeza que sientan y las viejitas que acuden cada tanto a una revisión de rutina o por cada dolor de rodilla que se les presente, y que aprovechan para ponerse muy coquetas con él a veces, lo cual le incomoda mucho, y más con las que tienen la mano larga.

La vida en psiconía (Pausada temporalmente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora