44. Pesadillas otra vez II

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Después de recobrar aquellos recuerdos que mi cerebro reprimió por tanto tiempo, las pesadillas nocturnas regresaron triunfantes. Yo, acobardada, lo único que puedo hacer es taparme y cubrirme hasta la cara con mis sábanas, como si eso fuera un artilugio para desaparecerme del universo mientras esté despierta o muerta en vida, que es casi lo mismo.

Por supuesto, las pesadillas vuelven.

Allí estoy de nuevo, corriendo a través de ese bosque maldito, pero no es a Blake a quien veo sino a ese hombre, captado por la cámara, siguiéndome. El sueño me proporciona de pronto más detalles que la visión o recuerdo que tuve, pues puedo observar el momento en el que este se convierte en hombre lobo. Yo huyo, intento esconderme y de nuevo marcho a toda velocidad, aunque es en vano, porque la bestia llega y me atrapa. Una y otra vez, las secuencias se repiten. Sin embargo, como de pesadillas se trata, también se mezcla con otros elementos, por ejemplo, las brujas. El aquelarre está observándome. Quiero escapar también de ellas, pero Helvetia es ultra veloz y se me aparece cuando creo haber tomado un atajo para alejarme.

¿Habrá algo bueno detrás de esto?

Supongo que cada vez estoy más cerca de develar el misterio, aunque con eso no me basta. Aquí lo más importante es encontrar una forma de romper mi maldición.

Sigo dando vueltas en mi cama. Más tarde, cuando la luz está castigando mis ojos, ya sé que he perdido otra batalla. Estoy despierta. Me siento muerta de cansancio, pero tengo la obligación de levantarme. A pesar de haber regresado a dormir unas horas más, nada de eso es suficiente. El desvelo es mortífero y no hay cómo remendarlo. Además, mamá está a los gritos porque no fui a desayunar y ya casi es hora del almuerzo. A veces pienso que su histeria es peor que el propio insomnio que padezco...

—Elle... ¡Elle...!

Revoleo los ojos con hartazgo.

—¡Elle...!

—Ahora qué pasa, mamá.

—Ven aquí.

No le contesto.

—¡Rápido!

—Qué —le digo, al presentarme en la cocina. Parece que mi aspecto la ha espantado, por el modo en que se quedó mirándome.

—¿Y este CD virgen? —me pregunta, y yo soy la asustada ahora. ¿Cómo es que el disco terminó ahí? ¿Habré estado sonámbula de nuevo o sigo olvidándome de lo que hago?

—No, ya está grabado —declaro—. Es mío, dámelo —le pido enseguida, temblorosa. Ella no puede saber esto, no quiero contarle nada.

—Toma. —Me lo devuelve.

—Gracias. ¿Tanto escándalo por esto? —expreso como sorprendida, para causarle confusión—. Es un CD... que me dio una amiga. Rylee... Sí, ella. Tiene música. En fin, canciones que tengo que descargar a la PC, para añadirla a mi lista de Winamp —le explico así, para asegurarme de que no entienda y se calle.

—No sé de qué hablas, pero bueno —se rinde, con los ojos entrecerrados por la desconfianza.

¡Primer éxito del día!

*****

Cerca de las dos, después de comer, mi mente está bastante despejada, libre de pensamientos obsesivos y de miedos. Por eso mismo, como una conducta autodestructiva, vuelvo a mi dormitorio, reviso el cajón de mi mesita de noche... y ahí está. La carta de Blake yace dispuesta a darme alguna sorpresa, justo en nuestro peor momento. ¿Qué debo hacer? ¿Quemarla, leerla o dejarla guardada por mil años? ¿Debería ambientar el momento y poner alguna canción de fondo? Tengo unos cuantos casetes de cuando intentaba grabar mis baladas románticas favoritas de Roxette que sonaban en la radio hace unos años atrás, arruinadas porque en medio de ellas o al final siempre hablaba un locutor, aunque quizás reproducirlas vaya acorde a la situación...

Plenilunio: Luna del Lobo [FINALISTA WATTYS 2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora