Hogar - Carta

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En los destellos que tenía de nuestro unísono se escuchaba la clara diferencia de lo que

 queríamos, y aunque por un momento aspiramos a llegar hasta viejos eso que nos unía

 envejeció tan pronto como llegó y no se añejó como lo hace el vino, sino que se marchitó 

con la caricia del sol que roza a un pétalo deshidratado.


Quizá esta es la nueva condena por las cosas que también te hice, quizá la condena de

 los que lastimamos no sea el agobio mental de sentir que nunca serás merecedor de algo 

bueno y lindo sino el agobio de intentar no estar con alguien que a pesar de muchas cosas

 hacía muchas mas por ti y que posiblemente nunca lo superes. O simplemente la indecisión

 y la emoción que tengo ahora no me deja pensar, y aunque me causa este insomnio

 por la noches así me trates mal no te quiero lejos, y así me trates bien tampoco te quiero cerca.


En este instante te extraño y te quiero, ignorando la distancia y el dolor porque ahora es relativo,

 ¿Por qué te vas y niegas una nueva? A veces las buenas decisiones son nuestra propia quiebra,

 mi corazón arde esta noche y eres la persona que quiero que lo apague mientras 

asegura que las brasas de mi dolor vuelvan a consumirme.


Lamento todo lo que pasó, lamento como me aproveché de cosas que no debía y 

como luego volvía y lo permitías. No lamento los momentos juntos que fueron tinieblas con

 nidos de luces pero no te lamentes y te desentiendas cuando te hablo de las cosas que me

 duelen, cuando te digo que los hogares no se desmoronan y cuando intenté terminar de criarte

 de la manera que jamás lo hicieron, quizá ese era parte de mis problemas porque se supone

 que no debo enseñar a los demás a cómo tratarme con sentido común.


Solo cuídate y sé el narcisista de alguien más, te quiero y no sé cuanto.


Las flores que nunca me diste | Cartas regadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora