Muchas veces cometía el sutil error de justificar tus errores, la mala manía
de cegar tres pasos cuando se suponen que eran dos y la fatal desgracia de
disculparme por tus propias causas con estruendosas consecuencias. Créeme
cuando digo que no era parte del plan de tenerte en mi vida tener que bajar
mi mirada para seguir diciendo que no tenías cicatrices, cuando me lastimabas con
cada uno de aquellos aparentes problemas, incomprendidos porque nunca supe ni
sabré cual era el verdadero.
De todas las formas de amar que puedo atender contigo no sabía si todo lo
claro era oscuro y viceversa, aún así lo aceptaba como una ofrenda de cariño para
estar contigo. Me molesta el sentimiento de amor cuando vuelve a mi mente tus palabras
con desprecio restregándome mi culpa, porque de todos mis actos incomprendidos por y
solo para ti nunca los tomabas en cuenta, incluso después de tantos meses de
haber acabado aún me hacías sentir no merecedora de un poco de consuelo.
Cuando dejaba pasar tus momentos de agresividad solamente porque de
alguna forma ibas a cambiar, o de alguna forma podías compensarlo; igual con
los momentos en que minimizabas las cosas que quería hacer o cómo quería que me
trataras, que precisamente era como se trataba a una novia
de verdad. Todas las veces que te rogaba por un poco de atención en cuestiones
que yo quiero o amo porque solo había espacio y tiempo para ti,
pero al fin y al cabo mis acciones pesan más en mi propia horca, ¿Cierto?
Solo cuídate o tuércete una pierna, te quiero.
ESTÁS LEYENDO
Las flores que nunca me diste | Cartas regadas
Historia CortaDicen que los poemas son marcas de las cicatrices de nuestros recuerdos profundos, de quienes sienten profundo, y puedo confirmar que lo es. Esto no es motivo de soñar, es una forma de desahogo. No todo será relacionado a una persona en concreto, so...