«Han pasado 3 años, 𝘑𝘶𝘯𝘨𝘒𝘰𝘰𝘬 se ha convertido en un exitoso boxeador que ha ganado incluso una medalla olímpica. 𝘠𝘰𝘶𝘫𝘪𝘯 se ha tomado una pausa como cantante, dedicando su tiempo en ser modelo y teniendo un programa de variedades de ent...
Apenas abre la puerta encuentra todo en silencio. Entra sosteniendo su bolso y valija con una mano, la otra sostiene el teléfono en su oído hablando con su madre.
—No hay ruido —se descalza, luego revisa su reloj de muñeca, 09:14 de la mañana.
Se adentra y se detiene frente a la entrada del living descubriendo una pequeña sorpresa. Globos rojos y algunas serpentinas de colores rodeaban un cartel rosa que decía, “𝑩𝒊𝒆𝒏𝒗𝒆𝒏𝒊𝒅𝒂𝒐𝒎𝒎𝒂”
—Ow, me dejaron un cartel.
—Así que ya lo viste, es raro, deben estar esperándote con el desayuno listo. Eso fue lo que JungKook nos dijo que haría.
Youjin había llegado de Estados Unidos después de una gira de dos semanas por varias ciudades. Separarse de sus bebés fue muy difícil aún cuando hablaba con ellos todas las noches antes de dormir sabiendo que JungKook se quedaba con ellos. Pero al fin estaba en casa y le parecía extraño el silencio que rondaba los alrededores cuando la mayoría del tiempo era todo lo contrario.
Subió las escaleras escuchando a su madre hablar. Entró a la habitación de los niños la cual se hallaba vacía. Pensó que estarían en su cama durmiendo junto a su padre, pero se preocupó cuando tampoco los encontró allí y las camas estaban perfectamente tendidas. Caminó con rapidez contándole la situación a su madre hasta que entró al playroom. El alma le volvió al cuerpo encontrando un hermoso panorama.
—Ya los encontré —susurró, con una sonrisa boba en sus labios. Se acercó lo suficiente, sigilosa, para quitar una foto de sus chicos durmiendo en el piso.
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Cortó una vez se despidió. Se arrodilló sobre el colchón y con suavidad se recostó sobre la espalda desnuda de su esposo. Besó su piel y lo abrazó con más fuerza para hacerle saber que ella estaba ahí. JungKook dio un pequeño respingo mirando con atención a sus hijos dormir tranquilos. Sonrió volteándose para encontrar a su esposa a su lado. Sin mediar palabras se abrazó a ella escondiendo su rostro en la cuenca de su cuello y la arrastró con él para seguir durmiendo.
—¿Cómo estuvo el viaje?
—Tranquilo por suerte —sus ojos se cerraban mientras repartía caricias al cabello de su esposo— ¿Ustedes?
—Una montaña rusa de emociones —suspiró— no te molestes, anoche me costó hacerlos dormir entre la cena, el baño y la partida de juegos terminamos cerca de las tres. Lo siento, cariño.
—No te preocupes, estoy demasiado cansada como para regañarte ahora —besó su frente y nariz— tal vez lo haga más tarde.
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