26#Yacer

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Abrió los ojos, despertando con cierto desconcierto. No sabía dónde estaba, su mente se encontraba lejos de su cuerpo. Repentinamente unos segundos después, los recuerdos de lo sucedido volvieron de golpe, ahogandolo de dolor nuevamente, pero debía contenerse. 

Sin embargo no pudo evitar sentir angustia por el paradero de Kenma, lo último que recordaba era que el rubio se había ido rápidamente, dejandolo atrás. 

Lo primero que se le ocurrió fue llamarlo, una y otra vez. Fueron en total 11 cuando ya estaba por resdirse, el último llamado fue contestado, pero no por la voz suave que él conocía, la persona que había respondido no era Kenma sin duda. 

—Ya para, el rubiecito no va a contestar— dijo una voz cansada al otro lado de la línea. 

—¿Quién eres y por qué tienes el celular de Kenma? ¿Dónde está él? ¿Qué le hiciste?— le atacó inmediatamente. 

—Eyey, relajate, él me regaló su celular y ni idea de dónde esté— confesó luego de ser aturdido por tantas preguntas —Así que puedes dejar de llamar— dijo intentando terminar la llamada ya que se estaba entreteniendo con uno de los juegos que había en el celular del rubio. 

—¡Espera! ¿Por qué tiénes el celular de Kenma?— preguntó desconcertado de por qué mierda el rubio adicto a los videojuegos y a su celular, lo regalaría sin más. 

—Necesitaba comprar algo, y no tenía dinero, así que me dio su celular, listo, bye— colgó, no iba a seguir aguantando más pregúntas tan molestas.

Era obvio que ese algo era droga, no podía ser nada más. Kuroo sintió un dolor profundo en su pecho, tenía miedo, demasiado.

No sabía dónde empezar a buscar, pero debía de estar en algun lugar, debía de encontrarlo. Antes de que fuera muy tarde. O eso se repetía en su mente, sin pensar o siquiera imaginarse que ya lo era. 

Fue a buscarlo en un Arcade, al cual Kenma iba hace muchisimo tiempo, mucho antes de la droga, mucho antes de entrar a tercero, mucho antes de que todo el desastre empezara a arrasar contra la vida del pobre chico. 

Fue a buscar incluso a su antigua preparatoria -para él- y nuevamente no volvió a encontrar nada. Ya no supo qué más hacer. Su pulso estaba acelerado desde hace un buen rato, y su respiración seguía acelerada, porque en ningún momento paró de correr, correr con esperanzas de encontrarlo en el siguiente lugar. Pero no era así. 

Finalmente volvió hacia la casa de Kenma, talvez había vuelto luego de mucho rato, pero se le vino un lugar a la mente en último momento, el cual estaba cerca de la casa del rubio. Era donde por fin Kuroo había hecho un buen remate, junto a Kenma. 

Tuvo una muy leve esperanza de encontrarlo en ese lugar, sentado, observando el hermoso cielo que estaba encima de él. Tranquilo y relajado, y luego pordrían hablar, resolver todo y volver a dormir juntos. E incluso talvez Kuroo le pueda pedir perdón por haberle dicho que lo amaba, aunque sea cierto. 

Sin embargo, lo que vio sin duda no era lo que quería, para nada. Al verlo tirado en el piso, con los ojos entre cerrados, una jeringa a su lado, su pecho no se movía en un sube y baja por la respiración. Kenma no estaba respirando. Kuroo no estaba respirando. 

Corrió sin más hacia el cuerpo pequeño, desparramado en el pasto. Lo agarró entre sus brazos, atrayendolo hacia sí mismo. Comenzó su llanto, sin poder parar de llorar porque sabía muy en el fondo que esto, no iba a tener reparo.  

—Ken, Ken, vamos gatito despierta... no me hagas esto, v-vamos despierta— suplicaba en susurros, aún sabiendo que el corazoncito de su rubio ya no palpitaba. 

—Gatito, n-no me hagas esto, por favor, no quería decirte eso, l-lo siento, así que despierta de una maldita vez— su voz se quebraba al paso de cada palabra, siendo apenas formuladas. 

Sabía que debía sacar su celular y llamar a una ambulancia... Pero qué sentido tenía salvar a un cuerpo que ya estaba sin vida, sin alma. Ya no podía hacer nada más que aferrarse a lo que le quedaba de su mejor amigo. 

Siguió acariciando su cara, quitando mechones de pelo que estaban en su frente, cerrando por completo sus ojos.

Luego de mucho rato, unió sus labios, en un muy suave y casi intocable beso. Sus labios estaban secos, frios y muertos. Ambos. Uno perdió su vida por las drogas y el otro perdió su vida cuando ese beso terminó, porque su mente recien aceptó que lo había perdido, perdió a su mejor amigo, perdió a su armador, perdió a la razón por la que su sangre aún circulaba y se expandía por todo su cuerpo. 

Agarró su chaqueta y la puso encima del -ahora- cadaver, sin dejar de abrazarlo. Ya estaba anocheciendo, ya no podía ver mucho del rostro pálido que yacía en sus brazos, aun así no quitaba la vista de él. Sin darse cuenta de que inconcientemente estaba llamando a la policía, mucho rato despúes. 

No escuchó las sirenas, no vio las luces rojas y azules llegar, ni siquiera los escuchó acercarse. Sólo vio que lo apartaban del cadaver, y lo metían en una bolsa negra, el cual luego llevarían directo a la funeraria. A Kuroo lo subieron a la patrulla de la policía, para luego interrogarlo. 

No obstante, no pudo decir nada, las lágrimas ya no caían, estaba completamente cayado. Estaba en su mundo, donde sólo se reproducían recuerdos con Kenma, recuerdos que iban desde que se conocieron de pequeños, hasta el momento donde lo encontró al borde de ese río. Muerto. 

Cuando le preguntaron si quería llamar a alguien, sólo se le ocurrió llamar a Yaku, no sabía exactamente por qué, pero lo hizo. Yaku llegó casi de inmediato, sin saber absolutamente nada de todo lo ocurrido y exasperado por recibir una llamada de la policía, diciendo que Kuroo Tetsuro lo llamaba. 

—Kuroo ¿Qué fué lo que pasó?— fue lo primero que preguntó, completamente angustiado viendo el estado en el que estaba el pelinegro. 

—...Se fué— fue lo único que dijo. 

—¿Quién? ¿Quién se fue, Kuroo?— seguía preguntando en un intento deseperado de entender toda la situación. 

—Ken— susurró.

Yaku lo comprendió todo y abrazó a Kuroo, en su intendo de consolarlo. Aun no entendía del todo nada de lo que estaba pasando, pero sabía que era algo grave. Algo que implicaba a Kenma, algo que sin duda iba a ser irreversible. 

"No debí decirle que lo amaba" se repetía, siendo consciente de que ese fue el detonante de todo. La culpa que sentía era irreversible y seguramente se sentiría de esa forma el resto de su vida. 

Esa noche no sólo perdió al amor de su vida, también se perdió a sí mismo. Dos almas se desvanecieron esa noche, desapareciendo juntas en el aire frío invernal que se acercaba. Esa noche fue el final de dos almas que estaban destinadas a estar juntas, pero no para siempre, por lo menos no en este mundo, no en esta historia. Dos almas perecieron para siempre, sin haber podido despedirse. Sin poder descansar en paz. 

"Te amo Kenma Kozume" 





No sé si lo finalicé bien dndbbddbd espero haberlo hecho bien y que les haya satisfecho. Este es el final de esta historia, gracias por haberme esperado por tantos días a que publicara cada capítulo, espero que haya valido la pena jajaja Gracias por su apoyo infinitamente. Prometo darles muchas más historias, no sólo de Kenma y Kuroo, muchos personajes tendrán sus respectivas tragedias e historias y espero que también lean esas y me apoyen. 
De todo corazón, gracias por todo. Lean mi siguiente historia. Bye por ahora 

Alone again... [Kenma Kozume]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora