C U A T R O

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El inicio de la temporada llegó sin compasión; Era domingo y el primer juego de los linces estaba por comenzar. El tiempo pasaba volando, y parecía que no teníamos suficiente. Trabajamos día y noche para promocionar el juego, sin que yo tuviera siquiera la oportunidad de ir al gimnasio y comer como es debido. Según Rob y Bri, siempre es así al inicio de la temporada, pero con el paso de las semanas las cosas se calman... hasta que llegan los playoffs.

Oficialmente, la temporada había empezado el jueves por la noche, así que el viernes y sábado fueron días de locura: grabando videos, haciendo promos, atendiendo a los fans, ruedas de prensa y eventos. Me vi obligada a trabajar mucho más de cerca con el equipo. La mayoría me caía bien, excepto un par de jugadores. Entre ese pequeño grupo, por supuesto, estaba Slora. 

Michael, Rick y Jason se habían convertido en algunas de mis personas favoritas. Michael era tan respetuoso y carismático que resultaba imposible no quererlo al instante. Su devoción por su esposa, a quien aún no he tenido el placer de conocer, era evidente; todos hablaban maravillas de ella. Rick, por su parte, era el más divertido del grupo. Siempre tenía una ocurrencia lista y su simpatía era contagiosa. Aún no lograba entender cómo alguien como él podía ser uno de los mejores amigos de Slora. Jason, en cambio, me trataba como a una hermana: siempre estaba pendiente de mí, cuidándome, procurandome y nuestras conversaciones eran amenas y divertidas.

Con el tiempo, me di cuenta de que Briana tenía razón. Algunos jugadores eran realmente amables, y sería injusto meterlos a todos en el mismo saco. Además, varios de ellos me firmaron un jersey para mi papá, algo que agradecí infinitamente.

—Ayúdame a grabar a Jason y a Neil, por favor —me pidió Bri—. A menos que prefieras ir con nuestro quarterback.

—No, no quiero —respondí rápidamente.

Tras nuestra breve conversación, me dirigí hacia donde estaba Neil, el destacado tackle ofensivo del equipo. Aunque no había tenido muchas oportunidades de interactuar con él, su rostro afable lo hacía caer bien al instante. Con su corpulencia, parecía un enorme oso de peluche. Estaba completamente concentrado en su calentamiento previo al juego. Hoy jugábamos como locales, así que no tuvimos que viajar, algo que agradecí enormemente. Aunque me encanta viajar, esta semana había sido tan agotadora que, de haberlo hecho, seguramente estaría al borde del colapso. Sentía compasión por los Castores de Portland, que habían cruzado la mitad del país para enfrentarnos.

Continué grabando a Neil, quien seguía tan absorto en su rutina que ni siquiera parecía notar mi presencia. De repente, sentí un suave picoteo en las costillas y di un brinco instintivo.

—¡Jason! —reclamé, y él solo se rio.

—Lo siento, es que estabas tan enfocada que no pude resistirme.

—Mmm, claro —dije, con un toque de diversión—. Hoy todo tiene que salir perfecto. De hecho, ahora tengo que grabarte entrenando, así que muéstrame lo que tienes.

Jason se posicionó bajo el sol, donde su piel morena brillaba aún más. Comenzó a correr y retroceder como parte de su calentamiento. Era un espectáculo digno de grabarse. Continuó con varios ejercicios, demostrando por qué era uno de los jugadores más ágiles del equipo. No por nada lo habían elegido como receptor estrella.

—¿Y? ¿Qué te pareció? —preguntó con una sonrisa mientras se acercaba.

—Impresionante —le respondí, aplaudiendo—. Eres increíblemente ágil.

Jason iba a responder, pero en ese momento un balón voló hacia él. Apenas logró esquivarlo, y de no haber sido por sus reflejos, probablemente habría terminado con la cabeza abierta. Ambos miramos hacia donde provenía el balón. A 30 yardas de distancia, estaba Christopher Slora, con su habitual camiseta de tirantes y shorts que destacaban aún más sus largas y musculosas piernas. Tan atractivo como irritante.

LA FORMA EN QUE TE AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora