D I E C I S E I S

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El domingo finalmente había llegado. Estábamos en Seattle, y la tensión que había sentido los últimos días parecía haberse disipado un poco desde la conversación de ayer entre Chris y Jason. Sorprendentemente, las cosas resultaron mejor de lo que esperaba, pero sabríamos si la paz entre ellos era auténtica o simplemente una fachada una vez que el juego comenzara.

El partido comenzó lento. El primer cuarto fue un tira y afloja entre ambos equipos, sin mucha acción en el marcador. Pero en el segundo cuarto, los Linces comenzaron a moverse. Anotaron dos touchdowns seguidos, y para el medio tiempo, íbamos con una ventaja cómoda. El equipo estaba eufórico, y el vestuario durante el descanso rebosaba de confianza.

Sin embargo, en el tercer cuarto, los Marineros comenzaron a recuperarse. Anotaron rápidamente mientras nosotros no podíamos avanzar. Parecía que la ventaja que habíamos logrado en la primera mitad se estaba desmoronando, hasta que Chris hizo un pase perfecto de 35  yardas. Jason, contra todo pronóstico, atrapó el balón y corrió directo hacia la zona de anotación para hacer otro touchdown. El marcador ahora estaba 17-24 a nuestro favor.

Cuando llegó el cuarto cuarto, los Marineros, en su desesperación por ganar, comenzaron a cometer errores. Solo lograron anotar un gol de campo, mientras que los Linces anotaron otro touchdown y un gol de campo. Al final, el marcador quedó 20-34 a favor de Boston.

Saltaba como loca, incapaz de contener la euforia que me invadía. Extrañaba tanto esta sensación: la adrenalina de la victoria, el rugido ensordecedor del público, el calor colectivo de la celebración. Todo lo que el fútbol traía consigo me llenaba de vida, algo que hace meses no hubiera imaginado. Quería correr hacia Chris, envolverlo en mis brazos y besarlo, pero sabía que no podía. No aquí, no ahora.

Cuando todos volvimos al vestuario, me forcé a mantener la compostura. Al acercarme a Chris, mi corazón latía más rápido de lo que debería. Lo abracé brevemente, lo justo para felicitarlo sin levantar sospechas.

—¡Felicidades! —dije, esforzándome por mantener el tono casual, mientras lo soltaba rápido, como si el contacto hubiera durado solo un segundo más de lo prudente.

Chris me sostuvo la mirada, y con una sonrisa apenas visible, murmuró mientras nos separábamos.

—Luego te encargas de felicitarme como es debido.

Los chicos estaban eufóricos, gritando, chocando las manos, y el ambiente era tan contagioso que no pude evitar sonreír.

Bri, Rob, Jenna y yo fuimos con los medios para coordinar las entrevistas post-partido. Casi siempre entrevistaban a los mismos, Christopher, Neil, Michael,Jason y por supuesto al head coach. Patrick.

Cuando las entrevistas finalmente terminaron y los reporteros se fueron, Rick se acercó con su típico aire relajado, pero con esa chispa traviesa en los ojos que siempre anunciaba alguna propuesta.

—¿Qué dicen chicos? Vamos a salir a celebrar. Conozco un club buenísimo aquí en la ciudad, y después de hoy, ¡lo merecemos! —dijo, seguro de que la oferta sería bien recibida.

Bri soltó una carcajada ligera, asintiendo de inmediato.

—¡Por supuesto! Hace semanas que no salimos a divertirnos así —dijo, levantando los brazos como si ya estuviera en modo fiesta.

Rob, siempre tranquilo, se encogió de hombros.

—Suena bien, cuenta conmigo.

Jenna sonrió, dándole un toque de aprobación con la mirada.

—¿Y quién se va a perder una buena celebración? —agregó, como si la respuesta fuera obvia.

Pero cuando Rick llegó a Patrick, este hizo una mueca y negó con la cabeza.

LA FORMA EN QUE TE AMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora