Capítulo 14

4.3K 357 173
                                    

Atenea Altamirano:

Tan pronto como Mell se va no tengo ganas de hacer nada más, ni de salir, ni de cenar, ni de pensar.

Sólo quiero estar en cama el resto del día, sólo conmigo misma y con el señor Pambazo, que acepta ser encerrado en mi habitación y también acepta ser el único testigo de mi llanto. Jamás lloro frente a nadie, pero hoy lo hago en compañía del gato.

Mi puerta es tocada en una ocasión, la señora Catalina siempre es tan amable pero hoy he tenido que gritarle desde adentro que no tengo hambre.

La soledad es en ocasiones la única cosa que te hace sentir segura de sentir sin ser juzgado. Llorar debilita la imagen de mí misma ante los demás, pero en la soledad nadie se entera de eso.

Es así como permanecí sola en otro país tanto tiempo, es así como pasé varias de mis noches, llorando solo conmigo misma. La amo tanto, la ame cada día y la extrañaba tanto que en muchas ocasiones quise tomar el celular y llamarla, quería escribirle, quería subir al primer avión y regresar a tenerla entre mis brazos. Durante tanto tiempo me odié por la manera en la que me fui, por la manera en la que la abandoné.

Ella tiene razón, no puedo culparla de cómo me siento y ni por la manera en que esto me está rompiendo. Ella puede decidir no querer estar conmigo porque no es su obligación aceptarme de vuelta, ella puede querer intentar estar con alguien más. Ella ha tomado una decisión y me la ha dicho de frente, me ha pedido que me vaya, me ha dejado claro que no quiere lastimarme.

Lo ha hecho bien, ha sido clara y directa.

Quedarme es mi decisión y continuar viviendo con la ilusión de recuperarla es totalmente cosa mía, estoy herida porque he decidido salir herida. No puedo culpar a Alena por las consecuencias de las decisiones que yo misma he tomado.

Tengo que llorar todo lo que pueda en una sola noche, porque cuando salga el sol y tenga que enfrentar el día no tengo permitido volver a mostrarme débil ante nadie, cuando amanezca el dolor deberá esconderse debajo de todo y yo seguiré siendo un ser divino e inaccesible para todos.

Y es justo lo que hago, cuando despierto es como si nada hubiese pasado, acomodo mi reloj en la muñeca y dejo que mi cabello ondee suelto sobre mi espalda, me miro al espejo satisfecha con mi atuendo y con mi imagen. Al abrir mi puerta el gato sale conmigo, caminando a mi lado guardándose para si mismo el secreto entre nosotros de haberme visto romperme por una noche.

__ Buenos días, señorita Atenea.

__ Buenos días, Maxito __ revuelvo un poco su cabello, sólo para molestarlo un poco, debe ser difícil trabajar para mi y no poder quejarse de nada de lo que hago. ¡Ja! Soy una jefa increíble __ hoy te ves muy guapo, ¿algún evento importante?

__ No.

__ Mientes __ él sonríe enseñándome los dientes __ aún te gusta portarte mal a veces. Está bien, te dejaré ser un chico malo hoy.

__ ¿No cocinarás hoy?

__ No, puedo comprar algo en el camino.

__ Creí que te gustaba hacerlo para la señorita Alena.

__ La señorita Alena no necesita nada de mi ahora, pronto tendrá quien cocine por ella. Ya no tengo que preocuparme por eso.

Si ella me quiere aún estaré aquí, si me necesita o si requiere ayuda, si quiere hablar o si se siente sola, ella aún podrá hablar conmigo, pero ya no me excederé, alguna parte de mi tiene que protegerse también.

__ Atenea.

Esa voz, suspiro profundo tratando de mantenerme en calma antes de finalmente voltear y encontrarlas a las dos juntas mirándome. Estoy lidiando con mucho ahora, ya no tengo espacio para lidiar con más.

Las tres "L" básicas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora