Capítulo 36

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Alena Landam:

Los momentos más complicados son los que te hacen darte cuenta que tanto realmente aprecias a una persona.

No he tenido la mejor de las relaciones con Diana y sería muy tonto decir en este momento que la quiero, estoy lejos de eso, pero me importa y aunque no se caracterizaba por ser la mejor de las personas jamás le desearía ningún mal.

Quien si parece quererla y no lo oculta ni un poco es mi mamá Angela.

Ella no se ha querido ir del hospital para nada y se ha negado en comer cualquier cosa porque dice que tiene la boca del estómago cerrada, no llora, pero tiembla de desesperación en las bancas, sus rodillas suben y bajan y sus ojos no dejan de estar rojos todo el tiempo. No llora, pero cruza los brazos y clava las uñas en su piel, mirando hacia la nada, no siendo ni un poco de la mujer alegre que conozco.

Mamá Elena la acompaña, y esta igual o más desesperada que yo por ver a mi madre de esa manera y por no poder hacer nada para consolarla, las horas pasan y todo permanece de la misma forma. Yo tengo a Atenea, que no me suelta, que me abraza y me consigue café para mantenerme alerta, y cuando me duermo y despierto asustada me calma frotando mis brazos y me asegura que ella ha estado al pendiente.

La he escuchado haciendo llamadas, he incluso me ha tocado regañarla porque preguntó que tan caro podría ser un nuevo corazón. Yo sé que tan grande es su apellido, pero una mujer como ella no podría estar en prisión, sería ella la que necesitaría un nuevo corazón en cuanto vea el horrible uniforme que la obligaran a poner.

Yanina y Nicole estuvieron con nosotros un tiempo, luego fueron a encargarse de todo lo relacionado con el auto que fue encontrado averiado contra el árbol, de la documentación y cualquier tramite referente a ello.

— Tienes que ir a la empresa en unas horas — la noche comienza a acabarse, las responsabilidades del día regresan a mi cabeza — quiero que estes ahí.

— No me necesitan — Atenea se aferra más a mí, hundiendo mi rostro en su cuello — estuve fuera mientras vivía contigo, ellos saben que hacer, son competentes. No me necesitan, y quiero estar contigo, me importas más tu.

— Te agradezco tanto por estar aquí.

— Es donde debo estar — me abrazo a su cintura, permitiéndome usarla de almohada, me siento cómoda teniéndola cerca, sintiéndola y oliendo la fragancia elegante y cautivadora que emana de ella — yo sé que ya no tengo credibilidad, así que ahora ya no te haré promesas, sólo te demostraré día con día que cuando digo que voy a quedarme a tu lado a pesar de todo, es porque es verdad.

Quizás es lo vulnerable que me pone lo que estamos viviendo justo ahora, o quizás es simplemente que estoy empezando a aceptar la idea de que sigo amándola como a nadie lo que me hace creerle, hoy después de tantos meses, le creo de nuevo.

Y quiero llorar porque creerle me asusta, y porque sé que el miedo ya no es una razón válida para mí. Estos meses separadas he aprendido que con ella o sin ella yo ya nunca volveré a ser la mujer del pasado, que mi estabilidad emocional no depende de Atenea, depende de mí, de mis actitudes, de mis pensamientos, de mis decisiones, y sobre todo, de mis reacciones.

Aprendí que estar con Atenea no tiene que hacerme ser mejor, sólo tiene que hacerme sentir mejor. Hacerme sentir más feliz, más dichosa, más entera. Incluso si eso no significa que moriré sin tenerla. Porque sin ella también soy capaz de sobrevivir.

Aprendí que tenerla lejos dos años me hizo enfocarme en mí, en mi crecimiento como persona, en auto conocerme, en construirme, en ser quien soy ahora y que quizás a su lado jamás hubiese logrado hacerlo. Tenerla lejos dos años me ayudo a saber quien es Alena Landam en realidad, y la nueva persona que descubrí me encanta, y la amo.

Las tres "L" básicas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora