Capítulo 27

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DIANA MAREL:

Papá me corrigió.

Él me amaba y siempre estaba al pendiente de mí, siempre cuidándome, consintiéndome y procurando que fuera una niña de bien. El me lo daba todo, cualquier cosa que deseara jamás sería imposible de conseguir para él.

Él era mi amigo, mi confidente, mi todo, lo que menos quería en la vida era decepcionarlo, así que me esforzaba por ser siempre quien el quería que fuera, cumplir sus exigencias, sus expectativas, por seguir la vida que él planeo para mí.

En ocasiones era complicado, yo quería muchas cosas que a él no le parecían, como cuando quise pertenecer al club de Karate Do en el instituto y él se negó diciendo que los deportes de contacto son para hombros, porque requerían una fuerza que yo, siendo mujer, no tenía.

Una simple mujer como yo jamás representaría competencia para los hombres en ese tipo de disciplinas.

Papá me hizo inscribirme al club de baile, lo odiaba, pero era lo indicado para mí, o al menos lo que creía indicado para mí, así que yo tenia que obedecer. Eso lo hacia feliz y lo hacia sentirse orgulloso así que yo tenía que conformarme.

Fue en aquel club de baile donde conocí a aquella chica, una linda morena con la sonrisa más bonita del mundo, una persona maravillosa que desde el primer momento tuvo una conexión profunda conmigo, me sentía tan cómoda a su lado, hablar de cualquier cosa con ella era tan sencillo. Nos hicimos muy cercanas, y cada día juntas un poco más hasta convertirnos en mejores amigas, hasta tomarnos de la mano y escuchar música juntas después del club.

Entonces comencé a invitarla a mi casa, papá no estaba muy alegre con ella, decía que actuaba y se vestía de manera extraña, que era demasiado confianzuda como para estarme abrazando todo el tiempo y que me miraba de manera rara.

Un día ella se corto el cabello, era tan hermosa, muchísimo más linda que cuando lo tenía largo, pero ese fue el inicio de todo, desde ahí todo se fue cuesta abajo. Papá decía que ella era un marimacho, yo no entendía muy bien el significado de esa palabra, sólo se que ella solía llorar mucho cada vez que la escuchaba.

Mi relación con papá comenzó a deteriorarse, de pronto me gritaba, me insultaba y casi me saca de la casa, incluso llegó a darme cachetadas cuando los rumores en el club de que éramos lesbianas comenzaron a regarse.

Ella dijo que yo le gustaba, yo sólo dije que lo entendía, que no correspondía, pero que podíamos seguir siendo amigas.

Y luego ella me robó un beso.

Papá lo vio.

Fue el peor día de mi vida.

El dijo que me desconocía, que me había dejado enfermar por aquella mujer desagradable, metió todas mis cosas en una maleta y me tomó del brazo con fuerza, dispuesto a dejarme en la calle.

Mi madre rogó por mí, le prometió que yo podría ser mejor, recuperar el camino, y yo, que sólo quería que todo fuera como antes, me comprometí a comportarme como tenía que hacerlo.

Entonces él me internó.

Terapia de conversión le llamaban.

Cada vez que me atrevía a pensar en ella, cada vez que sentía que la extrañaba estaba mal y tenía que confesarlo a mi guía o ardería en el infierno, así que para ayudarme a sacarla de mi cabeza y como castigo a esos malos pensamientos recibía descargas eléctricas. Cuando tenía ganas de llorar o no podía dormir me daban pastillas que me dejaban incapaz de moverme o levantarme, tenía nauseas todo el tiempo, siempre estaba tan cansada.

Las tres "L" básicas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora