Capítulo 9. - orejas y encuentros -

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Me detengo precipitadamente cuando entro en noción de que mi gato no solamente se detuvo, sino que se detuvo frente a unas botas de cuero oscuras ocultas casi en su totalidad por un pantalón negro impecable.

Por favor que no sea él

Por favor que no sea él.

Alcé la vista y ahí estaba,mientras Crookshanks ya andaba restregandose por su impoluta ropa, él me dirigía su mirada desde lo alto.
Sentí un hormigueo en la nuca, en las manos, en todo mi cuerpo.
Un fuego en toda mi cara, cuello y cabeza.
De pronto sentía un calor horrible, como si me estuviera sofocando.

- ¿Se encuentra bien Granger? -. Una ceja subida.
- Yo... solo estaba siguiendo a mi gato...
- Por supuesto -. me interrumpió -. Su gato, el que se anda metiendo en lugares inapropiados -. dijo lentamente con voz ronca.

Si pensaba que mi cara estaba volviendo a su color normal, ese comentario desvaneció por completo toda posibilidad.
Recordé cuando en la biblioteca me había mencionado lo mismo acerca de Crookshanks.

- Y qué se supone que es lo asqueroso que no debe tener su mascota en cuanto lo agarrase, señorita Granger? -. prosiguió cuestionándome.

Ignorando su pregunta, no pude evitar intentar sacarme la duda que rondaba en mi mente.

- Profesor, ¿por qué dice que Crookshanks aparece en lugares inapropiados? -. le cuestioné sin poder contener más mi duda sobre aquello -. ¿Acaso usted lo vio en lugares que no debería estar?.

Sentí ruidos en el pasillo y me sobresalté.

Observé en detalle, ahora, la habitación a la que me había llevado mi peludo gato naranja. Era una habitación amplia, con una chimenea, varios sillones y una alfombra bonita pero polvorienta en el suelo.
Mis ojos se abrieron como platos, cuando me animo a seguir la vista hacia donde estaba de pie mi profesor, detrás de él una estantería muy hermosa parecía iluminar toda la habitacion de repente, me acerqué hipnotizada por semejante cantidad de libros, a diferencia del resto de la casa, ese lugar se veía reluciente, como si alguien se dedicase sólo a cuidar de aquello, parecía como si desprendiese luz entre tanta oscuridad.
Comencé a tocar suavemente los domos de los libros uno por uno, hasta que hallé aquel libro que me entusiasmó tanto como para decidirme finalmente a entrar en la maravillosa escuela de magia y hechicería.

Pociones y pasiones.

Lo tomé en mis manos con tanta delicadeza como si fuese el tesoro más frágil y preciado en la Tierra.
Mi visión comenzó a tornarse borrosa, mientras mis pestañas se humedecían.

Ese libro me llevaba a recuerdos hermosos con mis padres regalándome sorpresivamente ese libro que tanto deseaba, festejando conmigo la admisión a Hogwarts, acompañándome al Callejón Diagon para comprar mi primer varita; y luego entrando a Hogwarts, emocionada por aprender todo, emocionada por tener a quien me enseñe no solo más sobre magia, sino sobre aquello que tanta pasión generó en mí, las pociones, y mi asombro por su entrada a nuestra primera clase, su presentación, su famoso discurso
"...No espero que muchos de ustedes aprecien la sutil ciencia y el exacto arte de la preparación de pociones. Sin embargo, para aquellos pocos elegidos que posean la predisposición, puedo enseñarles como encantar las mentes y cautivar los sentidos. Puedo enseñarles a embotellar la fama, fabricar la gloria, e incluso ponerle un alto a la muerte".
Mi deslumbramiento al oírlo describir a las pociones como arte, era exactamente como yo me sentía cada vez que practicaba, y ese fue mi despertar, para siempre tratar de ser la mejor en pociones, la mejor para él.

Cerré con fuerza los ojos para calmar, no solo las lágrimas que insistían con asomarse, sino además un repentino y extraño dolor de cabeza que me invadió sin previo aviso.
Suspiré profundo y abrí los ojos para encontrarme con Snape ahí parado frente a mí, nuevamente notaba su respiración agitada, su pecho subía y bajaban demasiado acelerado, estaba inmovil, miré por detrás de él pensando que alguien quizás lo había hechizado pero no había nadie más que nosotros y Crookshanks, me animé a levantar la vista nuevamente, nuestras miradas conectaron pues él parecía mirarme hipnotizado, me pareció percibir un brillo en sus ojos que jamás había notado, como aquel destello que se forma en la mirada de quien está emocionado por algún suceso, pero deben ser mis malas percepciones y la mala iluminación de la habitación que me están jugando una mala pasada.

- Señor, ¿se encuentra bien? -. Comenzaba a preocuparme por su nula capacidad de movimiento alguno.

Agitó brevemente la cabeza y sin decir más nada agarro polvos flu y se esfumó por la chimenea.

Demasiado confundida como para lidiar con lo que acaba de ocurrir opté por volver al comedor a solo estar demasiado preocupada por Harry y todo lo que pudiese suceder.
Siguieron hablando sobre Dumbledore, Fudge, la Orden y Voldemort.
Harry pidió sumarse a la Orden del Fénix también, y aunque la madre de Ron se opuso, le dieron el permiso.
Finalmente todos nos fuimos a dormir, sin realmente poder descansar después de todo lo que nos estuvieron contando y lo que seguramente estaba por suceder.

Al día siguiente Arthur y Harry fueron al Ministerio por la audiencia, estábamos seguros de que le iría bien, pero ante tanta revolución de sucesos inesperados ya nada era certero.
Me pase la tarde con Ginny, hablando sobre hechizos, magos famosos, y chicos, aunque yo en realidad no me sentía interesada por ningún niñato de nuestra edad, a excepción de su tonto hermano que no hacía mas que fastidiarme siempre que podía, le tenía un cariño especial que no podia explicar, y que desde luego no era igual al cariño fraternal que sentia por Harry, quien había llegado a la casa unas horas más tarde para avisarnos que había salido todo bien en la audiencia.
Nos despedimos de los Padres de Ron, dejamos esa rara pero bonita casa en Grimmauld y nos dirigimos a la estación para emprender el retorno a nuestra escuela de magia.

Cuando llegamos a los carruajes que nos acercaban a la entrada del castillo Harry se detuvo.

- Que es eso que tira de los carruajes -. preguntó con expresión de asombro.
- Nada tira del carruaje Harry, así están siempre -. le respondí confundida.
- Yo también los veo -. dijo una voz desde los asientos del carruaje.
Era Luna Lovegood, la solían llamar lunática por su extraña forma de ser.
- Estás tan cuerdo como yo -. continuó hablando la chica de Ravenclaw.
Nos subimos rápido al carruaje, acompañados también por Neville.
- Chicos les presento a Lunat... Luna Lovegood -. les informé a mis compañeros, aliviada de no haber pronunciado su famoso apodo.

Los chicos se saludaron y emprendimos el viaje hacia el castillo.

Pociones & Pasiones - Sevmione - SnamioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora