Capítulo 12. - aromas -

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Sentí un cosquilleo en la nuca, en mis manos, en mi pecho, toda mi cara sintiéndola de repente como si me hubiesen lanzado un Lacarnum Inflamarae. Creí por un momento que ya estaba desmayada y esto era un sueño... no, una pesadilla, de la que quería salir corriendo, pero no podía. Estaba inmóvil en el lugar, mirándolo, sin saber qué decir.
No podía creer que me considerase una de sus mejores estudiantes, siempre creí que me detestaba por siempre querer cuestionarlo en todo y apresurarme en responder sus fascinantes preguntas sobre ingredientes.

¿Y acaso me insinuó que le preocupaba mi bienestar?.

Debía de seguro haber interpretado mal.
- Necesito... - apenas me salían las palabras, y realmente me arrepentiría de lo que estaba apunto de informarle - necesito encontrar la forma de poder transmitir información.
- Transmitir información? - Sonaba confundido - ¿Acaso no se da cuenta que para eso ya tiene una boca con la que puede hacerlo? -. me sugirió de forma despectiva, y eso me hizo enfurecer más que bastante, al punto de estar olvidando ya sus elogios recientes.
- No de la manera tradicional, señor. - Dije con un tono más elevado y firme de voz -. Necesito que sea de una manera secreta, como a través de algún objeto o hechizo.
Su pecho se elevó de repente, noté que sus fosas nasales se abrieron y entrecerró la mirada.
- Venga.
Lo seguí hasta uno de los pasillos contiguos, buscó entre los libros, lo notaba muy concentrado, pero con la misma mirada entrecerrada y el ceño ya fruncido.
- Tome, este libro tiene todo lo que necesita saber para lograr lo que está buscando -. Me entregó un libro de encantamientos -. Y me voy antes de tener que preguntarle con qué fin necesita eso.
Comenzó a avanzar para irse pero me acerqué a él impidiéndole el paso.
-Gracias... profesor Snape -. atiné a decirle en un susurro tan bajo que dudaba si lo hubiese oído.
Me dirigió de nuevo su hipnotizadora media sonrisa, solo que esta vez no dejó ni un atisbo de duda, esta vez me dirigió una clara y hermosa media sonrisa antes de hacerse a un lado y enfilarse hacia la salida de la biblioteca.
Miré en detalle el libro y comencé a leerlo, hablaba de cómo utilizar encantamientos proteicos, como realizar el encantamiento de manera correcta para que un objeto invocado por un emisor comunicase algo a uno o varios receptores sobre un hecho, ubicación, fecha, lugar, hora.
Esto era perfecto para lo que necesitábamos, y mientras leía las formas de hacerlo y buscaba en mi bolso algo con lo que marcar el libro encontré lo que despertó en mí el cierre perfecto para el plan, un galeón.

Corrí en busca de Ron y Harry y les comenté la gran idea, exceptuando la parte de que fue Snape quien me guió a la solución de nuestra búsqueda.
Luego de conseguir la cantidad necesaria de galeones, me dispuse a lograr el encantantamiento indicado en el libro con éxito, dándole a Harry la moneda que servirá como indicador principal para comunicar al resto de los entrenamientos.
Cada día sentía más cariño e intriga por mi fascinante profesor de pociones.

Los siguientes meses nos dedicamos a entrenar en la sala de Menesteres, convocados cada día de la semana a través de los galeones encantados.
Harry nos enseñó a dominar Stupify, más tarde nos enseñó Reducto, y fui muy feliz al batallar contra Ron y ganarle en narices de todo el resto de mis compañeros.
Decidimos pausar los encuentros debido a que ya comenzaría el receso invernal.

Entramos a la sala de Gryffindor hablando sobre los hechizos y como a algunos les costaba más que a otros. Harry nos confiesa haberse besado con Cho, excusándose que habían quedado bajó un pequeño adorno de muérdago, y yo solo me alegré de que no estuviese Ginny presente en esa charla porque seguro terminaría pasando una navidad bastante amarga.

Esa noche decidí que dormiría en la habitación del quinto piso, aquella que me habían designado por ser prefecta.
Me despedí de mis amigos y me dirigí a los pasillos que me encaminaba a mis otros aposentos, los pasillos estaban solitarios y silenciosos, pero dentro de Hogwarts eso no era algo que me generase temor. Para hacer más llevadera mi aburrida caminata, me dispuse a recordar mentalmente la forma correcta de realizar los hechizos practicados en nuestros encuentros secretos, hasta que percibo un aroma que eriza mis sentidos, no era un aroma indescifrable; era su aroma. Comienzo a dirigir mi mirada hacia cada rincón por el que pasaba sin lograr ubicarlo. Comencé a cuestionarme si el aroma era solo una mala pasada de mi subconsciente pero noto una sombra moverse frente a mis ojos y sigo con la mirada ese pasar.
-¿Profesor? -. me animé a preguntar sin poder todavía vislumbrarlo -. ¿Profesor Snape?.
Me giré en la dirección en la que percibí moverse a la sombra.
- Profesor Snape... Sé que es usted el que anda rondando por aquí, yo lo... -. Y me detuve antes de confesar que podía distinguir incluso su aroma, como si de una manada de lobos nos tratásemos.
- ¿Usted puede qué... señorita Granger? -. Me increpó repentinamente mientras salía de los oscuros rincones.

Pociones & Pasiones - Sevmione - SnamioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora