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Dos meses habían pasado desde el cumpleaños de Gojo, y toda la familia ya estaba al tanto de la gran noticia.

En la mansión, todo había cambiado para mejor. Suguru estaba más energético, hogareño y alegre que nunca, dedicándose a los preparativos de la boda que, aunque no sería grande, deseaba que fuera perfecta para Satoru y él.

No obstante, no podía permitirse que su cuerpo y su técnica se debilitaran; tenía un presentimiento de que pronto necesitaría luchar para proteger a su familia.

Mimiko y Nanako lo observaban desde la mesa central de la cocina mientras él preparaba la cena, luciendo un delantal amarrado a su cintura y su cabello suelto y húmedo tras el baño.

—Papá, ¿no deberías estar descansando? —preguntó Mimiko con preocupación.

Suguru sonrió mientras servía la cena en tres platos, uno para cada gemela y otro para él.

—Después del primer trimestre me he sentido mejor. Además, estar tanto tiempo en cama es más agotador que levantarme.

Colocó los platos sobre la mesa y se sentó con sus hijas.

—No tienen que preocuparse tanto por mí; soy el más interesado en estar bien. Aquí, en casa, nada me pasará.

Mimiko hizo un pequeño puchero.

—Solo queremos cuidar bien de ambos. ¿Ya sabes el sexo del bebé?

Geto negó con la cabeza mientras tomaba un sorbo de su bebida y continuaba comiendo.

—Shoko dijo que tal vez pronto quiera dejarse ver por medio de una ecografía.

Los tres giraron la cabeza hacia la ventana cuando el fuerte sonido de un trueno y la lluvia resonaron en el lugar.

—Mañana por la tarde iré a un centro comercial. Necesito comprar algunas cosas. ¿Quieren ir conmigo?

Las gemelas asintieron con entusiasmo.

Miguel entró en la cocina con un semblante cansado.

—Geto, ya no puedo lidiar con los miembros de la secta. Gojo y yo hemos intentado decirles que pueden irse, pero ahora te veneran.

Suguru levantó una ceja, curioso.

—¿Incluso los hechiceros?

—Sí, incluso ellos. Son grandes fanáticos. Tal vez sea mejor dejarlos ahí; no parecen querer hacer nada malo.

Un suspiro de fastidio salió de sus labios junto con una mueca de desagrado.

—Si causan problemas, avísame de inmediato.

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Era pasada la medianoche. Los relámpagos iluminaban repetidamente las habitaciones, la lluvia caía en abundancia y el viento soplaba con fuerza, formando una tormenta en su totalidad.

Últimamente, Suguru solía dormir con una suave bata de seda o de cualquier material suave. Parado junto a la ventana, observaba el fenómeno meteorológico con una expresión neutral, su mirada perdida en la nada mientras se sumergía en sus pensamientos.

Se giró rápidamente cuando sintió a sus espaldas la energía maldita que reconocía a la perfección. Sonrió con ternura hacia el albino de ojos vendados y empapado de la camisa de su uniforme.

—Carajo, creo que me empapé un poco —dijo Satoru con una sonrisa traviesa.

Suguru negó con una risa, corriendo a sus brazos y rodeando su cuello como si no lo hubiera visto en semanas.

BAJO EL MISMO AZUL 💙 / SatoSuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora