37💙 Six eyes +18

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La habitación de la mansión estaba llena de un aire denso. Shoko sudaba frío con un cubrebocas en su rostro y un moño desaliñado. Tenía el ceño fruncido mientras limpiaba la zona del vientre de Suguru, que pronto sería abierta para sacar a sus bebés.

—¿Ya contestó Gojo? —preguntó con una mezcla de esperanza y desesperación.

Nanako mordió su labio impaciente y negó con la cabeza —No, sigue sin contestar.

La castaña chasqueó la lengua con frustración —Parece que tendremos que comenzar sin él.

Geto tomó la muñeca de Shoko suavemente para captar su atención, sus ojos vidriosos reflejando la lucha entre el dolor y la anestesia que lo mantenía aturdido.

—¿N-no podemos esperar un poco más? —su voz era tenue, casi un susurro, su semblante triste y lleno de anhelo— Realmente quiero que Satoru esté aquí.

Shoko apretó los labios y suspiró profundamente —Lo lamento, Geto. Tengo que comenzar; no sé qué pueda pasar con tu cuerpo si pasa más tiempo.

Geto asintió, aferrando sus manos a los lados de la camilla donde reposaba —Puedes comenzar.

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—¿Tienes escrito el informe de lo que encontramos en ese lugar? —preguntó Satoru mientras caminaban por el sendero iluminado por las estrellas.

—Sí, todo está listo para que lo entregues a Yaga —respondió su compañero.

Satoru suspiró aliviado, disfrutando de la tranquilidad de la noche. Sin embargo, esa calma se quebró al ingresar a la escuela y encontrarse con su profesor, cuyo rostro serio presagiaba malas noticias.

—¿Por qué esa cara amargada? Nadie ha muerto y volví con grandes informes —intentó bromear Satoru, aunque su sonrisa se desvaneció al ver la gravedad en los ojos de su profesor.

—¿Has revisado tu celular? —preguntó el hombre, su voz cargada de preocupación.

El albino levantó una ceja, su corazón comenzando a acelerarse —¿Le pasó algo a Suguru?

—Sí, tus hijos ya nacieron.

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Cuando pudo llegar a la mansión, Satoru se teletransportó de inmediato a la sala que se supondría serviría como sala de parto.

—¡Suguru! —gritó, su voz llena de pánico y desesperación.

Lo único que visualizó fue la camilla cubierta de sangre y los instrumentos de cirugía esparcidos. Abrió la puerta con la respiración agitada, casi en un ataque de pánico, cuando Shoko apareció frente a él.

—No grites, vas a despertar a Geto y a tus hijos.

Satoru lamió sus labios ansioso, un hueco de temor en su estómago —¿Están bien, Suguru y mis niños?

Shoko sonrió levemente —Sí, tranquilo. Geto está durmiendo en su habitación y los demás están con los niños. ¿Quieres conocerlos?

Ambos caminaron hasta la habitación de los bebés. Satoru sentía una maraña de emociones: nervios, emoción, alegría, preocupación. Toda la familia de Geto se giró a verlo en cuanto ingresó a la habitación, parados alrededor de dos incubadoras.

Tragó en seco mientras retiraba las vendas sobre sus ojos, se acercó a las cajas transparentes con sus piernas temblorosas. Su rostro se iluminó al ver a sus dos pequeños, ambos cubiertos por mantas blancas. Sus mejillas se volvieron rosadas, sus ojos brillaron como nunca en su vida, como dos brillantes zafiros, y se le formó la sonrisa más sincera que jamás había tenido.

BAJO EL MISMO AZUL 💙 / SatoSuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora