33 ~ Itadori

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Los días pasaban y con ellos el vientre de Suguru crecía, llenándolo de una felicidad tan palpable que parecía iluminar cada rincón de su ser.

Satoru no podía evitar presumir el avance del embarazo a todos sus conocidos. A pesar de que su trabajo era extremadamente demandante, siempre se las arreglaba para regresar a casa a dormir, asegurándose de estar junto a su amado cada noche.

Esa madrugada, al cruzar la puerta de la mansión, Satoru esperaba encontrar a todos dormidos. Sin embargo, una suave luz de vela iluminaba la sala, revelando a Suguru sentado en el suelo, recostado contra el sofá. La tenue luz dibujaba sombras en su rostro, resaltando una expresión de melancolía.

—¿Suguru?

Satoru se apresuró hacia él, arrodillándose a su lado con preocupación evidente en sus ojos. —¿Te duele algo?

El pelinegro giró la cabeza lentamente, sus ojos reflejando una tristeza dulce. —Me desperté con ganas de dulces y ya me terminé todos los que había en la sala.

El albino parpadeó, confundido al principio, para luego soltar una risa suave. —Entonces, los antojos no son mitos. Por suerte, te traje justo lo que necesitas.

Satoru sacó una pequeña bolsa que había llevado consigo y la colocó sobre las piernas de Suguru. Este, al abrirla, descubrió una caja de vidrio llena de deliciosos pastelillos de diversos sabores. Su rostro se iluminó al instante, como si el sol mismo hubiera entrado en la sala.

—¿Cómo supiste?

Satoru se encogió de hombros, sentándose a su lado y observando cómo Suguru comenzaba a comer con entusiasmo. —Solo fue intuición. Pensé que estarías dormido y quería sorprenderte en la mañana.

Las mejillas de Suguru se tiñeron de rosa, su sonrisa resplandeciente. Tomó uno de los pastelillos y lo acercó a los labios de Satoru, quien lo aceptó con gusto.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino cargado de una intimidad y una paz que ambos atesoraban. Satoru, sin embargo, comenzó a cabecear por el cansancio acumulado.

Suguru lo miró con ternura, ladeando la cabeza. —Alguien tiene mucho sueño.

Gojo aclaró su garganta y negó rápidamente. —Estoy bien, mientras pueda pasar tiempo contigo.

Suguru sonrió suavemente y palmeó su regazo. Sin dudarlo, Satoru aceptó la invitación, recostando su cabeza en el cálido regazo de su prometido. Suguru, con delicadeza, comenzó a retirar el vendaje de los ojos de Satoru, revelando sus brillantes ojos azules.

—Hace tanto que no veo tus ojos brillar así.

Suguru enredó sus dedos en el cabello blanco de Satoru, masajeándolo suavemente. Satoru cerró los ojos, disfrutando del contacto.

—Es porque contigo puedo ser yo mismo. No necesito las técnicas de mi clan, solo para protegerte.

Suguru sonrió con una ternura que hizo eco en el corazón de Satoru, ambos con sus mejillas sonrojadas y ojos resplandecientes.

—Aunque no fuéramos hechiceros, estoy seguro de que me enamoraría de ti, una y otra vez —confesó Suguru, con una sinceridad que tocó las fibras más profundas del alma de Satoru.

—Yo te amo y te amaré en todas mis vidas.

Suguru se inclinó hacia abajo, uniendo sus labios en un beso profundo, cargado de amor y promesas eternas. Se separaron apenas, sonriendo sobre los labios del otro.

—Lo sé, mi alma —susurró Suguru.

El corazón de Satoru latía desbocado, sintiendo cómo cada rincón de su ser se llenaba de amor y devoción por Suguru. Alzó las manos, rodeando el cuello de su amado y atrayéndolo hacia abajo para continuar besándolo.

BAJO EL MISMO AZUL 💙 / SatoSuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora