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—¿Y bien, quién eres?

El tono de voz era de sorpresa, casi de incredulidad, como si la pregunta ocultara un miedo latente, una angustia profunda que se reflejaba en cada sílaba.

—Pues Gojo Satoru, ¿ya te olvidaste de mí?, me rompes el corazón.

Las palabras resonaban con una mezcla de sarcasmo y dolor, como si fueran un eco de recuerdos dolorosos que se negaban a desvanecerse.

Estaba atado por aquel objeto de grado especial, sin fuerzas físicas ni poder maldito.

La sensación de impotencia se palpaba en el aire, pesada y opresiva, como cadenas que aprisionaban cada movimiento, cada pensamiento.

Ante el verdadero cuerpo del que fue el amor de su vida, pero en su interior, sabía que era un impostor.

La confusión y el desasosiego se reflejaban en sus ojos, una lucha interna entre la esperanza y la certeza de que algo estaba terriblemente mal.

—Te ves como mi esposo, y mis ojos me dicen que eres Satoru pero...

La voz temblorosa revelaba una mezcla de esperanza y miedo, como si estuviera al borde de descubrir una verdad que preferiría no enfrentar.

—¡Mi alma y corazón niegan lo que mis ojos están viendo enfrente, habla de una vez por todas, quién carajos eres tú!

El grito desesperado resonaba en la estación de metro, cargado de rabia y dolor, una súplica silenciosa por respuestas que tal vez nunca llegarían.

El falso Satoru tiró del hilo que unía su frente y cabeza, para así retirar la parte superior dejando expuesta a la horrible maldición.

El gesto brusco revelaba una crueldad oculta, una amenaza latente que se materializaba ante sus ojos con una claridad aterradora.

—Qué asco me das, dime, ¿cómo lo supiste?

La repugnancia y el temor se entrelazaban en cada palabra, como si la revelación de su verdadera naturaleza fuera un golpe devastador para su alma herida.

(Fin del “sueño”)

Sus ojos se abrieron junto con un jadeo, su respiración era agitada. Se sentó sobre la cama con sus manos temblorosas y lágrimas en sus mejillas.

El desconcierto y el terror se reflejaban en su rostro, como si acabara de despertar de una pesadilla que amenazaba con consumirlo por completo.

—¿Suguru?, ¿estás bien?

Satoru, quien se despertó por el repentino movimiento, intentó acercarse al menor, pero este se removió alejándose.

La distancia y la frialdad se interponían entre ellos, como si un abismo los separara en ese momento de desesperación.

Gojo frunció su ceño, pero el miedo y la incredulidad se reflejaban en los ojos de Suguru, era como presenciar una pesadilla hecha realidad ante la cual se sentía impotente.

—¿Estabas soñando? —preguntó con suavidad, intentando no empeorar la situación.

Geto tragó en seco, sin poder articular palabra, simplemente asintió, apretando sus labios y limpiando sus lágrimas.

—No sé qué era, eras tú pero... alguien poseyó tu cuerpo, una especie de maldición, n-no sé pero fue horrible.

El temor y la desesperación sonaban en su voz, reviviendo el horror de aquel sueño una y otra vez en su mente.

BAJO EL MISMO AZUL 💙 / SatoSuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora