35.

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Oscuridad.

Law se encontraba rodeado por una oscuridad tan profunda que no podía ver ni sus propias manos. Cada paso que daba era incierto, como caminar en un abismo sin fondo. El eco de sus propios pasos resonaba en el vacío, una compañía siniestra en medio de la negrura total.

A medida que avanzaba, un murmullo indistinto se deslizaba entre las sombras, como susurros escapando de lo desconocido. ¿Qué clase de lugar era este? ¿Cómo había llegado allí?

Decidió seguir adelante, guiándose solo por su instinto y el eco de sus pasos. Cada vez que creía estar cerca de salir de la oscuridad, esta parecía devorarlo aún más, como si la misma negrura conspirara en su contra.

De repente, un destello tenue rompió la monotonía de la oscuridad. Law se acercó cautelosamente. Al llegar al origen del destello, descubrió una pequeña luz titilante atrapada en un frasco de cristal. La luz era débil, pero suficiente para iluminar el espacio circundante y revelar una puerta.

Con decisión cogió el pomo de la puerta entre sus dedos, al abrirla el cirujano se encontró en una estancia de una casa antigua y acogedora. Una pareja estaba sentada en un sofá desgastado, sosteniendo entre sus brazos a una niña de pelo oscuro. La pareja reía acunando a la pequeña, compartiendo una conversación en susurros.

- ¿Hola? - interrumpió el pirata.

Ninguno de los presentes pareció escuchar la voz del pelinegro. Decidido a conocer lo que sucedía se acercó a la pareja. La risa aguda de la niña captó la atención de Law, dirigiendo su vista hacia ella la observó. Entonces los ojos grises de la pequeña se clavaron en los suyos con una intensidad.

Una sensación de inquietud recorrió su espalda al reconocer aquellos iris.

- ¿Ray? - soltó en un jadeo.

Repentinamente el pirata se sintió arrastrado por una fuerza invisible, como si las mismas sombras que lo habían rodeado lo hubieran tomado entre sus garras y lo arrojaran a la distancia. Todo a su alrededor se desdibujó en un torbellino de oscuridad y movimiento, hasta que finalmente emergió en un puerto caótico y tumultuoso.

Gritos desgarradores y disparos resonaban en el aire, mientras el fuego devoraba los edificios cercanos, enviando columnas de humo oscuro hacia el cielo estrellado. Law se vio envuelto en una escena de caos y destrucción, sin comprender cómo había llegado allí ni qué estaba sucediendo.

En el embarcadero, entre la multitud en pánico, vio a la madre de la niña que había visto en la casa antigua correr hacia él. Sus ojos reflejaban determinación mientras cargaba con la pequeña entre sus brazos, protegiéndola del caos que los rodeaba.

- Oye - pronunció Law estirando sus brazos para detenerla, pero cuando creía que la mujer iba a impactar contra su cuerpo, está lo atravesó siguiendo su avance.

El cirujano se llevó una mano al pecho al sentir como lo traspasaba, dándose la vuelta miró en la dirección de la desconocida. La mujer se había encontrado con un anciano que estaba soltando las amarras de una pequeña embarcación.

- Tienes que llevártela, ponla a salvo, aléjala del Nuevo Mundo - suplicaba con una voz temblorosa.

- Os sacaré de aquí a los tres - replicó el hombre canoso - ¿Dónde está mi hijo?.

- Ha decidido quedarse para darnos tiempo a nosotras - explicó en un llanto la mujer - por favor, llévatela - suplicó agarrando con fuerza la mano del hombre entre una de las suyas.

Al anciano le tembló el labio.

- Ven tú por lo menos - pidió - no puedo perderos a ambos - la mujer negó.

- Jikken -Trafalgar LawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora