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El grupo formado por los Mugiwara, Trafalgar Law y sus nuevos aliados corría alejándose de la casa del antiguo gladiador.

El cirujano mantenía su mirada clavada en el suelo, mientras avanzaba contenía la tentación de mirar sobre su hombro para evitar ver una última vez a Ray. La chica había tomado su decisión y él quería respetarla, si él no hubiese intervenido en el momento que ella anunció sus deseos se habría encontrado en una situación que ella no merecía, aunque en el fondo él hubiese querido que la morena los acompañara.

- ¿Por qué no le has pedido que viniera con nosotros? - habló Robin sacando al pelinegro de sus pensamientos.

El hombre miró de reojo a la arqueóloga que se situaba junto a él.

- Ray-ya es libre de elegir su propio destino - pronunció de manera indiferente - no debemos interferir en su decisión.

- Pero no es seguro para ella quedarse sola - replicó la mujer.

Law chasqueó la lengua, no entendía porque la de ojos azules pensaba que él podría haber cambiado la elección que había tomado la joven.

- Es capaz de cuidarse sola, además mi opinión no hubiese alterado la resolución de ella.

- Sabes que eso no es cierto - reprochó la Mugiwara - sigo creyendo que existe una conexión...

- ¡Basta! - cortó de manera abrupta Law - es solo un cuento Nico-ya, olvídalo - zanjó para después aligerar el paso y dejar atrás a Robin.

El capitán de los Heart sintió la mirada de la Mugiwara en su espalda, tenía claro que ella no dejaría el asunto pero antes de afrontar esa conversación debía buscar información para resolver sus propias dudas. En cierta manera agradeció la decisión de Ray, ya que cuando estaba con ella su concentración se tambaleaba y no pensaba con claridad.

El grupo continuó recorriendo las calles de Dressrosa con la protección que les brindaban los aliados que habían conocido en la ciudad, Luffy se había separado de ellos para llevar a cabo algo que todos desconocían pero se juntarían en el puerto para escapar de la isla.

Cuando estaban llegando a la costa el pelinegro observó que un hombre que estaba de cuclillas atendía a los soldados marines que habían sido derrotados, al fijarse con más atención reconoció al hombre canoso. Sin dudarlo y sin avisar, se desvinculó del grupo para acercarse a donde el anciano se encontraba.

El hombre miró en la dirección del cirujano estrechando sus ojos sobre él.

- Es él - pronunció al verle.

- Eres Sengoku ¿verdad? - inquirió el pirata cuando se acercó lo suficiente para que escuchara su voz.

El antiguo almirante se enderezó y asintió en un solo movimiento.

- Ven - pronunció con tono autoritario.

Dándole la espalda, el anciano comenzó a alejarse de la explanada para situarse en el resguardo que formaban unos escombros para que nadie pudiese verlos.

Sengoku se sentó en una roca mientras que Law apoyó su cuerpo en una pieza que parecía haber sido parte de una fachada manteniéndose en pie.

- ¿Quieres una galleta? - preguntó el antiguo almirante extendiendo una bolsa.

- No gracias, habla - respondió el pirata.

Sengoku relató la historia de cómo había conocido a Rosinante y el aprecio que tenía por el hombre, contó que la única vez que su subordinado lo traicionó fue cuando ayudó a un niño con la enfermedad del plomo blanco y que ese había sido el motivo de su muerte.

- Jikken -Trafalgar LawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora