II

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Pasó dos semanas en el hospital mientras sus heridas más leves se sanarán.

Ya era momento de volver a Busan, ahí donde vería a los sobrevivientes del accidente.

Ya estaba en la parada del tren, sentado en una silla de ruedas. Se encontraba con los ánimos bajos y la tristeza siendo la emoción dominante.

Su más grande deseo, la oportunidad más grande de su vida se fue como agua entre sus manos.

Con la mirada en el piso, llegó el tren, dejando que algunos salgan y que muchas miradas fueran a él, se encogió en su silla y se tapó su rostro con sus manos.

Su madre empujó suavemente la silla, haciendo que entrará al tren, junto a otras personas que sobrevivieron al accidente.

Soltó un suspiro y vio como su mamá lo acomodaba en el lugar correspondiente.

Miró a todo su alrededor, habían varias personas heridas, algunos con férulas y otros casi en la misma condición que él.

Cerró sus ojos, no quería ver a nadie, no cuando otros parecían tener más suerte que él.

Si tan solo no hubiera subido al tren, si solo ese día le diera una fiebre que le impida ese viaje o hacerle caso a la corazonada de su mamá y quedarse en la floristería.

Pero el hubiera no existe.

Soltó un suspiro, bajó su mirada y vio sus piernas, sería un inútil por mucho tiempo.

Puso sus manos en sus muslos, mientras soportaba las lágrimas, no debía llorar, ya no tenía caso hacerlo, sus piernas no serían las mismas después de este accidente, lo sabía y llorar no solucionaría nada.

En una parada del tren vio como salían varias personas, en cuanto el vagón estaba más vacío vio a lo lejos a una persona con la mirada en el suelo.

Era un chico alto que tenía una fractura en su brazo, tenía la mirada perdida y soltaba ligeros suspiros.

"¿Él también está obligado a dejar sus sueños? ¿Él también sufre lo mismo que yo?"

Desvió la mirada cuando más personas entraron al vagón, haciendo imposible que lo siga mirando.

Aunque seguramente ese chico tuvo más suerte que él, que ahora mismo sus piernas eran inservibles, mientras que el otro podía seguir caminando incluso tal vez, jugando fútbol.

Pero sus vidas tomaron casi el mismo rumbo y con los mismos obstáculos.

Ambos serían puestos a prueba por la vida, para demostrar que no existe caída de la cuál no se pueda levantar.

El tren llegó al destino, la parada final hasta Busan, en dónde debían retomar sus vidas.

Cada persona salía del tren con una sensación enorme de tristeza, pero habían dos personas de las cuales se notaba mucho más el dolor, la frustración y resentimiento.

Jeongin fue empujado por su mamá, hasta llevarlo al auto de su papá, quien con un semblante serio lo ayudó para subirse al auto.

Claro, seguramente era una decepción para su papá, era su más grande fan, podía verlo en sus ojos, pero ahora, no había nada.

En el camino a su casa paso por su instituto, ahí vio un gran camino de flores y decenas de fotos.

Debido al accidente las clases se suspendieron por tres semanas. En una semana más ya volvería a la "normalidad".

Llegó a su casa, su familia estaba en la puerta, con un cartel que decía: "Recupérate pronto".

Una triste sonrisa se mostró en su rostro, cuanto quisiera recuperarse pronto.

Sus padres le ayudaron a bajar, colocándole en la silla, le empujaron levemente hasta acercarse a sus familiares.

―Oh Innie... ¿Como pudo pasar esto? ―habló la hermana mayor de su mamá, sosteniendo su rostro con sus manos.

―Tuviste mucha suerte Innie ―habló uno de sus primos.

La sonrisa que mantuvo por este tiempo se fue con esas palabras, no tenía suerte, claro que no.

Si tendría suerte hubiera entrado al último vagón, tal vez solo hubiera tenido unos rasguños y hematomas, pero no, no tenía suerte.

El día entero se la paso en su habitación, viendo todos los reconocimientos de fútbol que tenía, las de natación, incluso algunas de atletismo.

Con mucha melancolía leía las medallas, el primer lugar, siempre se esforzó por ser el mejor, para ser un orgullo para sus padres y conseguir la beca para la mejor academia de fútbol por excelencia.

Todos sus sueños se fueron volando como una mariposa.

Sostuvo cada una de sus medallas y la tiró por algún lugar de su habitación, no quería verlas, no cuando ya no era el de antes.

Soltó un suspiro y comenzó a llorar, todo su mundo se había derrumbado, todo, no podía hacer nada, para la única cosa que era bueno... Para lo único que fue criado.

Pues... Ahora era un completo estúpido.

Sería la vergüenza de la familia seguramente, de ser el orgullo de la familia Yang, ahora era la decepción de su familia.

Con mucho esfuerzo llegó a su cama, trató de impulsarse con sus manos, pero no pudo soportar por tanto tiempo, su cuerpo cayó a la silla, pero por el impacto la silla retrocedió, haciéndolo caer.

El sonido de la caída hizo que su mamá entre a su habitación, encontrando a su hijo tirado en el suelo, mientras que con sus manos tapaba su rostro.

―Soy un inútil ―dijo entre sollozos.

Con cautela se acercó, abrazando por la espalda a su hijo.

―No eres un inútil Innie, claro que no lo eres ―le dió un beso en la coronilla ―Eres un sobreviviente, eres uno de los pocos que lograron vivir ―su mamá se calló por un momento, soportando las lágrimas ―N-no te voy a mentir, ti-tienes una herida muy grave, pero... sé que puedes salir adelante, está herida sanará... y... serás el mismo de antes.

Y ambos así abrazados trataron de consolarse, porque no hay mentira que duela más que la de una madre, pero como deber de un hijo es fingir que confías en sus palabras.

Jeongin sabía que después de este accidente y su recuperación, su vida no sería la misma.

Por mucho que lo sueñe, su vida no sería la misma de antes.

Por mucho que lo sueñe, su vida no sería la misma de antes

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Fulfilling dreams [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora