DIEZ

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De madrugada

—¿Y a donde vamos, Uchiha? —cuestione cuando dejamos el restaurante.

Sasuke se encogió de hombros.

—La pregunta correcta sería a donde nos llevarás tú —me contradijo.

Solté una risita, comenzando a caminar sobre la acera. Sasuke no tardó en alcanzarme.

—Que buena idea. Proponerme caminar cuando no conoces ni siquiera el camino al supermercado —bromé.

—Bueno, si tanto quieres regresar...

—Aunque caminar sin rumbo no estaría mal —asegure, negándome rotundamente a la idea de volver.

—Buena elección niña.

—¿Cuándo comenzarás a llamarme por mi nombre?

Nunca lo hacía por más que le insistiera. No sé si por joderme o porque ni siquiera se había tomado la molestia de aprenderselo.

—Cuando Sakura deje su obsesión por mí —fue su respuesta.

—Es decir, nunca.

—Veo que eres lista.

Aquello me aceleró el corazón. ¿Acaso fue un cumplido?

—Deberías alejarte un poco de las cuatro pares que conforman mi habitación —le aconsejé, cambiando de tema —. Al menos para ayudar a hacer las compras.

—Para eso ya tienes a Naruto.

—Pero un par de manos extras no estarían mal —reproche —. Además, creo que a tu piel le vendría bien recibir un rayo de luz de vez en cuando.

—¿Que tiene de malo mi piel? —enarcó una ceja.

—Es un poco... pálida.

Eso por no decir que se parecía a la leche. Tan, pero tan blanca que si le pinchabas la mejilla con la más mínima fuerza, la zona podría enrojecer en tan solo segundos.

—Eso no es por falta de sol —rebatió.

—¿Entonces? ¿Pocas vitaminas? ¿Mala alimentación? —indague.

—Más bien genética —remarcó.

—Genética —repetí, pensativa.

Pero la piel de Itachi no era tan blanca como la suya. Ni siquiera la de su padre.

—Mi madre tenía el mismo tono —aclaró, como si hubiera podido leer mis pensamientos.

Al mencionarlo, su tono se había llenado de tanto pesar y melancolía que casi podía palpar el dolor de su pecho.

Nunca me había planteado lo duro que debía serle hablar de su familia. Después de todo, por más que en su mundo la muerte sea prácticamente cosa de todos los días, el dolor de perder a alguien querido no debía ser fácil de manejar. Y por más impasible que se muestre, dudo que no tenga emociones guardadas en lo más recóndito de su ser. Podía ver a través de esos obres obscuros el dolor que le causó mencionar a la mujer que le dió vida y no pude evitar querer abrazarlo. Que difícil deber ser perderlo todo. Y más cuando tan solo eres un niño.

Porque eso había sido él. Un pequeño niño que había sido brutalmente traumatizado.

Una inocente criatura a la que de la noche a la mañana le habían arrebatado absolutamente todo.

Un triste adolescente que probablemente tenía más sufrimiento que vida...

Me detuve al notar que no había nadie más que yo en la acera. Y el miedo se me impregnó como escalofríos que me recorrían la columna vertebral al notar la gran falta de iluminación en la zona, y lo desolada que se encontraba.

Deseos Cumplidos (Sasuke y Tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora