CAPÍTULO 22

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Las palabras de Rhian resonaron en su cabeza una y otra vez. Por un momento, aun en su regazo, le costó respirar y lo invadieron las náuseas. Él era... era... Un monstruo que no debió ser concebido. Sin embargo, ahí estaba: con su sangre sucia y alma condenada, luchando para no llorar. ¿Qué se suponía que hiciera ahora, conociendo la verdad? Por desgracia, no tuvo tiempo de averiguarlo, pues ella continuó:

—Y si le haces daño, si acaso lo matas..., él se encargará de quemarlo todo. Hasta a ti.

—¡Cállate!

—¿De verdad crees que inclina la cabeza y obedece tus órdenes por temor? —Se burló de él, riéndose entre dientes—. Es el monstruo que saldrá de tus pesadillas para matarte, tu tiempo se agota, querido...

—¡Que te calles, perra de mierda!

—Te veré caer desde el infierno. ¿Y sabes que es lo mejor? ¡Al final, tu es fuerzo no habrá valido la pena!

Los ladridos furiosos de Kellan llenaron la prisión de Raven's Ridge, haciendo que tanto el piso como las paredes temblaran. Incluso Kean dio un paso hacia atrás, asombrado por la furia de su padre; Rhys, no obstante, se mantuvo imperturbable. Se había enfrentado al demonio demasiadas veces para sentir temor.

De un momento a otro, Kellan saltó hacia adelante, con las garras expuestas, con la intención de atacar a su madre. Rhys se movió para protegerla y logró atraparlo por la muñeca antes de que le alcanzara el rostro. Igual de enfurecido, levantó el labio y le mostró los dientes mientras emitía un gruñido de advertencia. Los ojos de su padre se abrieron desmesuradamente, con una mezcla de asombro y terror que lo hizo sentir complacido. Entonces, ¿era esto lo que él experimentaba al torturar a los más débiles? Aunque le agradó, consideró patético que como Alfa se valiera de su dominio para intimidar a otros.

—No te atrevas —espetó con los dientes apretados, dejándolo ir—. Tócala y la menor de tus preocupaciones serán esos papeles.

—¡Soy tu Alfa y tu padre, no puedes...!

—¡Y ella es mi madre! —Se levantó furioso de un salto, dispuesto a enfrentarse a él—. ¡Es mi madre y me la quitaste siendo un cachorro! ¡No dejaré que la toques!

—¡Crimson!

El tono áspero de Kellan aumentó la ira de su propio lobo. Rhys estuvo a punto de ceder y atacarlo, pero se contuvo. No tenía garantías de derrotarlo ni de sobrevivir sin heridas graves, tampoco de que Kean no decidiera traicionarlo y atacarlos en su momento más vulnerable. Por lo tanto, respiró hondo para calmar sus ánimos y apretó los puños, conteniéndose.

—La llevaré a casa —respondió tras un silencio contemplativo.

—¡Te lo prohíbo!

Rhys resopló una risa mientras se inclinaba hacia ella. Cuando la estrechó entre sus brazos, tuvo que contenerse para no llorar. Era tan ligera como Arian, y él no era más que un niño. ¿Cuánta hambre y sed habría sufrido? ¿Cómo sobrevivió todos estos años en esas condiciones? La sola idea le destrozaba el corazón.

Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora