Kean se encontraba sentado sobre las ramas de un árbol cercano cuando Rhys regresó del bosque. Aún sin saber los motivos, una sonrisa se le dibujó en los labios al distinguir la desesperación en su rostro. Era tan intensa que saturaba el aire con su hedor. Lo que fuera que ocurriera debía de estar destruyéndolos tanto a él como a su lobo; estaba seguro de que si se acercaba lo suficiente podría oírlos lamentarse como las criaturas débiles y patéticas que eran. Honestamente, no lograba comprender la clase de Alfa que era su medio hermano, quien incluso teniendo la sangre pura que lo hacía superior en cualquier aspecto continuaba siendo lamentable. Una burla así como una ofensa no solo para la familia, sino para su raza.
El último de los grandiosos Lobos Rojos Gigantes, hijos predilectos de Druiwen y descendientes directos de Lugharn, no era nada más que un llorón sentimental, incapaz de dominar sus emociones. Sería un Alfa estupendo si Crimson Lake deseaba ahogarse en la decadencia y desparecer, por supuesto. Sin embargo, se desharía de él antes de que ocurriera para ocupar el lugar que le correspondía por derecho, al ser el hijo de Kellan con su verdadera pareja destinada, y continuaría con el legado de sus ancestros.
El gesto complacido se desvaneció de su rostro a medida que contemplaba la escena. Rhys discutía con Arian sobre su próxima partida. Por un segundo, le costó entender que no se refería a sí mismo, sino a su preciada hada del invierno, entonces, se enfureció. ¿A dónde pensaba ir sin su permiso? ¡No se lo permitiría! Estuvo a punto de lanzarse desde la rama para correr hacia ellos, cuando la siguiente escena lo paralizó: Arian se colocó de puntillas y enredó los dedos en la cabellera de Rhys para acercarlo, enseguida lo besó. Incluso si el contacto fue tan breve como inocente, desató la furia latente en su alma. No necesitaba ser un genio para comprender el amor simbolizado en aquel acto, y lo odió.
El Omega le entregaba todo de sí mismo a Rhys, al igual que una puta sinvergüenza, mientras que él tenía que esforzarse para obtener una mirada. Había buscado sus labios para un beso en tantas ocasiones que perdió la cuenta, por lo que tuvo que empezar a tomarlos igual que un delincuente; pero con él... Apretó la rama que lo ocultaba parcialmente hasta romperla, al mismo tiempo que se tragaba los gruñidos furiosos que vibraban en su pecho. Sin embargo, debió tomar aire para calmar su furia, prometiéndose que en cuanto tuviera la oportunidad ajustaría cuentas con Arian. Lo haría suplicar por sus besos y se los negaría solo para castigarlo. Sonrió imaginándolo, así como todo aquello que deseaba hacerle. Lo tomaría tantas veces y con tal fuerza que borraría de una vez por todas a Rhys de su mente.
Se relamió los labios, casi pudiendo saborearlo. Entonces, tuvo una especie de epifanía: si Arian tenía pensado huir, ¿no era acaso el momento perfecto para hacerlo suyo para siempre? Adelantarse a sus planes y llevárselo a un lugar donde nadie pudiera hallarlo jamás —de cualquier modo, no existía una persona en Crimson Lake que estuviera dispuesta a buscarlo, excepto Rhys—, encerrarlo y... amarlo para siempre. Quizás fuera lo que necesitara para corresponderle. Sí. Al verlo correr con dirección al bosque, sin ser seguido por su medio hermano, decidió que lo haría. Por lo tanto, saltó hacia el piso y lo siguió discretamente a una distancia adecuada para no ser detectado.
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Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 edición
Romance☜❤☞【2𝓭𝓪 𝓮𝓭𝓲𝓬𝓲ó𝓷】☜❤☞ ¿Es posible vivir sin la mitad del alma? A sus treinta años Rhys Badmoon no conoce la respuesta. Incluso si continúa esperando ser bendecido por la diosa, desde que lo apartaron de la única persona que alguna vez amó, en...