CAPÍTULO 18

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La noche se encontraba inusualmente silenciosa, incluso cuando las conversaciones se elevaban sobre el crepitar de la madera quemándose. Sentado en el círculo alrededor de la fogata, Rhys contempló el fuego, absorto en sus pensamientos y luchando por ignorar la inquietud de su lobo, quien comenzó a pasearse en su interior. Había estado gruñendo y ladrando con tanta ferocidad que, en ocasiones, le costó contenerlo. Le pareció que deseaba salir y escapar de aquel lugar maldito, al que odiaron apenas pusieron un pie en su interior.

De poder huir, lo haría en aquel instante. Sin embargo, el deber que pesaba sobre sus hombros era demasiado grande para ignorarlo. Además, por mucho que aborreciera admitirlo, él ya no era el dueño de su propia existencia. Se había convertido en el títere de su padre, uno que usaría cuando lo deseara para su beneficio, sin que él pudiera oponerse.

Aquel pensamiento le provocó un dolor insondable, que logró hacer sollozar a su lobo. Rhys debió respirar profundo para no emitir ninguna queja y forzó una sonrisa cuando el Alfa Jacob Nez hizo un comentario poco decente sobre su futuro matrimonio con la mayor de las princesas de los Pardos del Sur.

Incluso después de dos meses continuaba sin entender el rumbo que tomaron los acontecimientos. Había ido a Dark Valley para oficializar su compromiso; sin embargo, se encontró con que su futura Loba Luna tenía apenas unos cinco años. ¡Cinco! ¿En qué clase de mente retorcida tenía sentido? Para su eterna consternación, descubrió que en la de su padre. Entonces, no supo cómo sentirse. ¿Era aquello que le oprimía el pecho y le impedía respirar un sentimiento mayor a la decepción que lo había llenado desde la infancia? Ni siquiera se molestó en descubrirlo, ¿qué sentido tendría? Kellan Badmoon era esa clase de monstruo salido del infierno, y jamás cambiaría.

Aquel razonamiento no lo hizo mejor, por desgracia. Si el compromiso convertía a su padre en un ser peor que los demonios del infierno, ¿en dónde dejaba eso al Alfa Nez? Rhys descubrió que, contrario a su prejuicio, el hombre no hacía más que asegurar la supervivencia de sus doce hijos y la compañera que amaba, cediendo a la presión de Kellan. Necesitaban protección en contra de sus primos, los Pardos de Valley Wolf, y Crimson Lake se la proporcionaría siempre que ellos entregasen a la más valiosa de sus princesas.

En cuanto Rhys se encontró con Hialeah se sintió enfermo. Era una criatura pequeñita, con un rostro redondo de mejillas sonrosadas y sonrisa deslumbrante. Pero lo que llamó su atención realmente fueron aquel par de ojos iridiscentes que parecían mirar en las profundidades de su alma. No se había sentido tan expuesto y vulnerable en el pasado; era como si ella pudiera atravesar sus defensas y desenterrar secretos que ni él mismo conocía. De hecho, el gesto de sus labios se ensanchó a medida que se acercaba a él dando pequeños saltos.

Hialeah le había dejado una corona de flores silvestres sobre la cabeza y besado en la mejilla antes de sentarse a su lado, donde permaneció tan quieta como silenciosa, con la mirada puesta en el cielo nocturno. Rhys no supo cómo actuar junto a ella, le pareció que cualquier interacción hubiera sido inapropiada. ¿Cómo podría él, que ya era casi un hombre en su mundo, relacionarse con ella?

Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora