CAPÍTULO 45

82 10 12
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Arian cruzó los brazos sobre el abdomen, con la mirada puesta en la lámpara horizontal. Incluso si sus sesiones con el terapeuta siempre le habían parecido demasiado cliché, no negaría que lo ayudaron a sobreponerse. No, más que eso, a volver a la vida. Una que pensó no poder retomar cuando fue lanzado al mismo infierno y olvidado por las personas que alguna vez juraron protegerlo. Que decían amarlo. Continuaba teniendo serias dificultades con sus rencores, aun así... Bueno, estaba seguro de que sus avances habían sido más que satisfactorios en apenas dos años: no solo había perdido la timidez, sino que también dejó de tartamudear. Impresionante. Jamás pensó poder lograrlo; sin embargo, ahí se encontraba ahora, hablando con fluidez, pudiendo comunicarse...

Una amarga sonrisa se le formó en los labios. En Crimson Lake probablemente continuaría atragantándose con sus propias palabras y siendo castigado por ello. En Winter Creek, seguro que lo harían utilizado en su contra, para seguir destrozando su espíritu hasta convertirlo en un caparazón vacío y obediente. En realidad, ambas manadas lo habían conseguido a su manera, y de no ser por Darek ni siquiera habría tenido un futuro. Le debía mucho más que la vida; pero no se sentía de esa forma. Él jamás se lo permitió; Arian lo adoraba por ello. Por todo en realidad.

Mientras el hombre le explicaba cómo sería su vida en adelante, ahora que finalmente estaba concediéndole el alta, su mente retrocedió a los momentos más oscuros. Se vio como un niño aterrado, incapaz de proteger a su madre; se vio ser atravesado por el hombre que lo engendró y desangrarse hasta casi morir, también luchar y levantarse, arrastrar su pesado cuerpo hasta que logró sobreponerse y llegar a Crimson Lake. Se vio reír, llorar y enamorarse. Se vio sufrir..., Dios, sufrir tanto que no lograba comprender cómo lo soportó. Encontró su mirada perdida en Winter Creek, cuando su cuerpo era violado. Logró escuchar a su lobo suplicar ayuda, a su propia conciencia rogarle terminar con todo.

Pero también... El gesto en sus labios se llenó de ternura al pensar en su padre. La primera vez que lo cargó en sus brazos y lo consoló, cuando sus labios lo besaron en la frente y le susurraron que todo estaría bien. Si existía una persona en el mundo que jamás le falló aquella fue precisamente Darek. Debió de haberlo abandonado al comprobar la cantidad de problemas que lo aquejaban; no lo hizo. Por el contrario, lo adoptó como suyo, sujetó su mano y lo guio hasta este momento. A través de las tormentas: su enorme depresión e impulsos suicidas, de las autolesiones; el miedo, la adicción... No hubo día en el que no volviera a levantarlo y a recordarle lo mucho que valía, cuán amado era.

Arian estaba seguro de que si pudiera nacer de nuevo haría lo que fuera para buscarlo. Él sería la única constante en su existencia, sin importar las condiciones. Lo amaba.

No se percató de que el tiempo se había terminado hasta que su terapeuta lo tocó en el hombro. Con una sonrisa, Arian volvió a sentarse y le tendió la mano. Al sentir el suave apretón, supo que el capítulo más oscuro de su vida había llegado al final. De modo que, con una sonrisa, tiró del hombre hacia su regazo, lo abrazó con fuerza y le agradeció en un murmullo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 09 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora