CAPÍTULO 36

70 11 24
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Los ojos verdes de Kara Thornwood brillaban como soles en medio de la oscuridad. Lo que antes recordaban a hermosas piezas de jade ahora parecían estar a punto de abrir las puertas del infierno para que los demonios salieran a jugar. Incluso siendo un poderoso Gamma con suficiente autocontrol para resistirse al dominio de un Alfa, Cedric sintió que un ligero escalofrío le recorría la espalda. Estaba seguro de que si fuera cualquier otra persona, habría inclinado la cabeza hacia atrás para ofrecer su garganta como ofrenda de reconciliación.

La mujer estaba furiosa, tanto que la bestia que llevaba dentro empezaba a dominarla. Era evidente en la forma en que apretaba los puños y se clavaba las uñas en la piel. La sangre había empezado a gotear de ella minutos antes, pero parecía no ser consciente. Además, los vellos se le habían engrosado y sus rasgos estaban más allá de lo humano, aunque no eran del todo animales. Luchaba para contenerse y no atacarlo, probablemente esperando a hacerlo después de recibir una explicación. Sin embargo, el propio Cedric no tenía ninguna; se sentía tan lleno de dudas como la mujer y podía sentir su propia ira surgir de las profundidades.

Los habían traicionado. Era la única respuesta lógica, por supuesto, pues ¿de qué otra forma podría explicarse la desgracia que les sobrevino a ambas manadas sin que lo supieran? Ahora las dudas lo atormentaban. ¿Quién y por qué? ¿Cómo consiguieron la información y se la entregaron a Kellan? Estaba seguro de que nadie aparte de él y Ozara conocía el plan, y que no se lo comunicaron a otra persona. Excepto quizás... a los chicos. No, imposible. Ninguno de ellos los delataría, sobre todo no alguien que había sufrido tanto como Arian, ¿verdad? Tenía la sensación de que descubrir la verdad lo destrozaría.

—¡Explícame cómo sucedió esto, Sundown!

La voz de Kara lo sacó de sus pensamientos. Bajo la luz de la luna, parecía una deidad de exuberante piel oscura y gruesos rizos castaños. Tan hermosa como se veía, también era conocida por su letalidad, al igual que todas las mujeres de la manada de Black Desert, si era honesto. No conocían la piedad en la guerra, y consagraban todas sus batallas al igual que a sus víctimas a su deidad primordial. Al mismo tiempo, sin embargo, protegían a los necesitados, especialmente a los huérfanos, las viudas o los indigentes, y nunca se negaban a ayudar a quien se lo pidiera. Igual que él. Incapaz de seguir mirándola a los ojos, Cedric inclinó ligeramente la cabeza.

—Alfa Thornwood, estoy... tan sorprendido como tú. No pensé que...

—¡No quiero tus patéticas excusas, Gamma! Envié a dos de mis hijas para ayudarte, ¿y qué obtuve a cambio? ¡Sus cadáveres desmembrados para enterrarlos! De saber que era una misión suicida, ni siquiera habría...

—Juro que no lo sabía. Lo planeamos con cuidado, no tengo ni idea de cómo sucedió.

—Tus juramentos no me sirven de nada; ¡no me las devolverán! —Apretó los puños, haciendo crujir los nudillos—. Su sangre me grita desde la tierra; exigen venganza para descansar en paz, y no puedo dársela. No dejaron ni un maldito rastro, salvo esto.

Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora