CAPÍTULO 23

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Arian se detuvo justo cuando Rhys sujetaba a Kean por el cuello de la camisa. Sus ojos escarlatas, llenos de furia, lo miraron directamente mientras se acercaba hacia su rostro con una expresión de peligro. La mano que sostenía las begonias y el pequeño grupo de flor de los celos que tomó «prestadas» del jardín de Hadley comenzó a temblarle, al igual que las piernas. Aunque le había prometido no iniciar más confrontaciones, Rhys se encontraba a punto de golpear a su hermano en el rostro.

En su interior, el lobo con el que cohabitaba se alegró. De hecho, pareció esbozar una sonrisa antes de resoplar, viendo la escena a través de sus ojos. Arian deseó poder compartir el sentimiento; pero no pudo. Sabía que ambos enfrentarían las consecuencias después: Rhys siendo castigado por su padre, mientras que él... «No importa, igual encontrará el modo de hacerme daño», pensó con amargura.

Sin embargo, Rhys no lo tocó. Se limitó a atraerlo hacia sí mismo y gruñirle en el rostro con la voz áspera de su lobo:

—Aleja tus garras de él, Bloody. Te lo advierto.

—¿Por qué? Me gusta y tú estás comprometido; puedo tenerlo, ¿no? Siempre que tenga cachorros con alguna hembra...

—¡No!

—¿Te gusta? Lo lamento, yo lo vi antes.

—¡¿Qué?! ¡Eso es enfermo, es un cachorro!

—¿Y qué?

Kean sujetó las muñecas de Rhys y forcejeó hasta soltarse. Resoplando una risa burlona, se arregló la camisa y estiró el cuello para echar un vistazo detrás de él. Arian tragó con dificultad al encontrarse con sus ojos, la forma en la que lo miraba..., le pareció que había una promesa ahí, que lo hizo sentir vulnerable otra vez.

»Al menos no es mi hermano. Eso sería asqueroso, ¿no? Que me lo cogiera y todo, ¿te imaginas que pudiera preñarlo? Tendríamos hijos... ¿cómo les dicen? Defectuosos.

La expresión de Rhys pasó en un segundo de la furia a la conmoción, siendo seguida por la vergüenza. Una tan profunda que saturó el aire y estremeció al lobo de Arian, quien frunció el ceño sin comprender. Pero antes de que pudiera pensarlo, Kean se echó a reír, dándole palmaditas en el brazo.

»Calma, hermanito, estoy jugando. Es otro macho, no estoy tan enfermo.

Enseguida, sin esperar una respuesta, se marchó silbando. Cuando pasó frente a él, Arian se estremeció debido a la sonrisa burlona que tenía en los labios, y aún más por su mirada siniestra, que le heló la sangre. Era como estar frente al demonio y no poder huir de su dominio. Le tomó un momento apartar la atención de él para devolverla a Rhys, que continuaba paralizado en el lugar, con esa expresión lamentable en el rostro. Para Arian no pasó desapercibida la forma en la que apretaba las manos ni las gotas de sangre que se deslizaban de ellas hacia el piso. ¿Por qué su comentario lo había afectado así?

Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora