CAPÍTULO 31

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Los gruñidos de Ozara continuaban resonando como un testimonio de su creciente rabia. Arian se preguntó los motivos. En realidad, nunca se preocuparon lo suficiente por él, ¿por qué ahora pretendían convertirse en sus salvadores? Al pensar en esto con burla, recordó los rumores que murmuraban en el pueblo y su corazón volvió a hundirse en la miseria, haciéndolo sentir culpable. De ser cierto..., Ozara conocía la impotencia de ser utilizado en contra de su voluntad, sin poder defenderse.

En medio del caos, los ladridos de Kellan parecieron detener el tiempo: los árboles estaban inmóviles y los animales alrededor no emitieron ningún sonido, incluso el susurro del viento se desvaneció. Era el poder de un Alfa en toda su grandeza, mezclándose con su furia. Arian la percibió en la piel igual que agujas calientes incrustándose hasta alcanzar a su lobo. En contra de la voluntad que conservaba, se apartó del abrazo de Cedric para ponerse de rodillas ante el monstruo al que había aceptado como su líder. Aun cuando no se atrevió a levantar la cabeza, debido al horror que lo llenaba, él tiró de su cabello y lo forzó a encontrarse con sus ojos. Lo que halló en ellos le pareció que superaba con creces la maldad de Kean.

Tanto Cedric como Ozara continuaron resistiéndose a su dominio durante minutos, que se dilataron hasta dar la sensación de ser interminables. Sin embargo, fue su sobrino el primero en ceder. En cuanto lo hubo hecho, el otro hombre no tuvo alternativa. Soltó a Kean, cuyo rostro sangrante sonreía con burla, y se arrodilló ante Kellan, ofreciéndole la garganta como sacrificio. Él le deslizó la garra sobre la piel, casi con excesiva lentitud, disfrutando del dolor que estaba provocándole. Un grueso hilo escarlata brotó desde la herida y le recorrió el pecho desnudo lleno de cicatrices. Con todo, Ozara no abrió la boca. Arian tuvo la impresión de que, en realidad, se contenía para no atacarlo.

Tras el Alfa, Blake le sonrió con malicia, como una promesa silenciosa de su próximo destino. ¿Castigo o la muerte? Dependería de Kean.

—Dame una razón para no destrozarte ahora mismo —espetó, apenas dominando a su bestia interior. Cutthroat se había asomado para espiar por medio de sus ojos y demandaba una retribución—. Dame-una-maldita-razón-Misery.

Ozara dirigió la mirada hacia él, donde la mantuvo en silencio, como solicitándole su permiso. Arian no supo qué debía hacer. Sin importar que el hombre que lo había engendrado lo supiera desde el principio y lo utilizara como moneda de pago por los favores que obtenía, la verdad continuaba siendo un secreto para Kellan. Siempre que no se enterase... Sin embargo, Ozara abrió la boca y espetó con resentimiento, haciendo que lo que le quedaba de mundo se destruyera:

—Es demasiado obvio, Alfa, ¿o acaso te quedaste ciego? —Señaló a Kean, quien se encontraba desnudo de la cintura hacia abajo; luego a él, cuyas condiciones no mejoraban—. Solo mira.

—¿Y qué? —La ceja de Kellan se levantó con arrogancia—. Es un puto Omega, para eso sirven. Supéralo ya.

—¡Lo estaba violando, y solo los dioses saben cuánto tiempo...!

Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora