El hallazgo del cadáver de «Loba Luna» conmocionó Crimson Lake. Al verlo, Rhys no pudo evitar devolver el desayuno. Incluso si había visto cuerpos destrozados con anterioridad y participado en tantas muertes que le eran imposible contabilizarlas, aquella imagen fue simplemente... devastadora.
Los ojos de Helen estaban cubiertos con membranas azules y la expresión horrorizada parecía haberse congelado en su rostro, que se encontraba destrozado casi en su totalidad. Enormes marcas de garras se lo atravesaban, creando surcos irregulares en los que habitaban los gusanos. El cuero cabelludo se había desprendido, por lo que le colgaba de un lado; aun así, no era lo peor. A Rhys lo espantó la pose obscena en la que la halló: las manos sobre los pechos, como si los sostuviese, y las piernas abiertas igual que una aberrante invitación.
No se atrevía a considerar quién pudo haber cometido semejante acto.
De nuevo, las náuseas lo invadieron. Mientras vomitaba hasta vaciarse, pensó en Kean. Pese a detestarlo la mayor parte del tiempo, no lo hacía tanto como para desearle atravesar ese dolor. Luego, recordó a su padre: Kellan había enfermado una semana atrás, mientras lo azotaba igual que a una bestia por haber fallado en su entrenamiento. De repente, se detuvo y cayó de rodillas gritando el nombre de aquella mujer; al no poder contactar con ella, inició una búsqueda que parecía inútil. Hasta ahora.
Rhys no estuvo seguro de cómo tomaría la noticia. Helen era el centro de su universo y la madre de su hijo favorito. Por ella había encerrado a su verdadera esposa, destrozado comunidades débiles y casi incendiado el mundo. Ahora sin esta... Temió las inminentes repercusiones.
Y deseó más que nunca hallar al culpable, de lo contrario, Crimson Lake ardería igual que el infierno.
Apenas tuvo tiempo de recuperarse cuando percibió la presencia de su padre. Fue tan abrumadora que el lobo en su interior comenzó a caminar de un lado a otro, inquieto, como si esperara ser atacado. Enseguida, una serie de gruñidos resonaron a su espalda, los cuales se transformaron progresivamente en ladridos furiosos.
Aunque se mantuvo inmóvil, con la cabeza gacha y los puños apretados, resistiéndose al domino de su padre, Rhys notó por el rabillo del ojo cómo este surtía efecto en quienes lo acompañaban. Los primeros en ceder fueron Cristophe Dikoudis y su esposa Hadley. Ambos eran lobos Kappa: rastreadores y cazadores por excelencia. Cayeron de rodillas, sosteniéndose la cabeza mientras sollozaban.
Rhys contuvo la respiración al ser testigo del sufrimiento que les causaba el enojo de su Alfa, también la furia al ver la satisfacción en sus ojos oscurecidos. Los hacía responsables por una desgracia que no hubieran podido evitar. Maldito fuera por eso.
Los últimos en rendirse fueron tanto Cedric como Ozara. La derrota en sus semblantes y la amargura que llenó sus ojos estremeció el corazón de Rhys. En ese momento, se prometió no permitir que volvieran a atravesar semejante humillación. Sería un mejor Alfa, por ellos y Crimson Lake.
ESTÁS LEYENDO
Luz de luna carmesí | Manada de Crimson Lake#1 | 2 edición
Romans☜❤☞【2𝓭𝓪 𝓮𝓭𝓲𝓬𝓲ó𝓷】☜❤☞ ¿Es posible vivir sin la mitad del alma? A sus treinta años Rhys Badmoon no conoce la respuesta. Incluso si continúa esperando ser bendecido por la diosa, desde que lo apartaron de la única persona que alguna vez amó, en...