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De pie en el mismo lugar que llevaba días frecuentando. Su cuerpo aún después de varios intentos fallidos, seguía sin poder parar de temblar.
─Buenos días señorita ¿Viene a buscar al jóven Sano?─
Enfrente del enorme lujoso edificio en el que ahora vivía él. Uno de los guardias de la entrada le preguntaba.
Ella, con la mirada baja, susurra un "Sí." temeroso.
─A pesar de que hoy ha venido temprano, él ya no se encuentraaquí. Salió hace unosmomentos.─ El señor le regaló una sonrisa algo incómoda. ─Lo siento señorita, vuelva en otraocasión.─
─Ah, e-está bien. Disculpe las molestias, tenga lindo día.─ Habló para después darse la vuelta y salir se ahí.
Comenzó a caminar pensando en dirigirse en busca de algún taxi.
La quinta vez, un intento más en el vacío. Mikey, el nombre que danza en su mente sin parar.
Entonces se puso a pensar y pensar que hacer o cuando ir para verlo. Había considerado pedir ayuda a la familia de él, o comunicarse directamente ella por celular.
Pero no, no quería intermediarios que le digan de su regreso, debía hacerlo por su propia voz. Y tampoco quiere hacerlo por un frío dispositivo telefónico como si nada.
La universidad está cerca, se asoma, sus pasos la llevan, mientras el tiempo le sobra.
De tanto darle vueltas, se percató que en todas las ocasiones que intentó hablar con él fue en las mañanas o en los mediodías, casi tardes. Dándole a entender que la noche, quizás, sea el cómplice perfecto para este encuentro largamente anhelado.
Llegó a la universidad, y comenzó con su día de estudiante. Ya llevaba algunos días ahí, le iba sorprendentemente bien. Comparado con su experiencia en la preparatoria, le iba genial.
Pero había un problema, un gran problema. La vida académica, era un completo contraste con su ayer. Éxito y superación.
Pero el pasado siempre te acecha cuando crees que lo haz olvidado.
Caminando y subiendo algunas escaleras. Recorriendo ahora un pasillo concurrido de personas, que se hacen las ciegas ante una clara escena de bullyng.
El principal villano de su vida, el monstruo que la atormentó cuando iba en bachillerato. En el pasillo, la escena de una ironía cruel, Remi Hattori, la némesis.
Elise observa, el cambio es palpable, la cazadora, ahora la víctima, el ciclo se invierte, ahora ella era la presa del juego siniestro.
Elise la había visto desde su primer día ahí ¿Y cómo no hacerlo? ¿Cómo no reconocer a lo que fue su peor pesadilla algún día? La persona que se encargó no solo de dejar una cicatriz en su espalda, sino también en la vida de una niña.
