CAPÍTULO 1

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Viernes noche, última semana de las vacaciones de verano, cualquier adolescente normal estaría emborrachándose en algún pub lo suficientemente necesitado como para vender alcohol a menores, bailando con desconocidos y haciendo cosas de las que probablemente se arrepentirá a la mañana siguiente, si es que se acuerda, obviamente.

Otros quizá prefieran quedarse en casa, refugiados del frío, leyendo un buen libro o hinchándose a palomitas y a helado mientras hacen un maratón de alguna serie popular en Netflix, solos o abrazados a sus parejas.

Y luego estoy yo, Helena, la chica que camina bajo la lluvia porque su maldito coche no se ha dignado a arrancar y que ya llega veinte minutos tarde a su trabajo. Tarde y empapada. Acelero el paso, no puedo permitir que me despidan. Cuando por fin llego a la cafetería, el señor Meyers me mira con cara de pocos amigos antes de clavar su atención en el reloj.

–Llegas media hora tarde.

–Lo siento, mi coche no funcionaba y he tenido que venir andando –señalo mi ropa y mi pelo, ambos chorreando por la lluvia–. No volverá a pasar.

El viejo suelta un suspiro y niega con la cabeza antes de hablar.

–Espero que de verdad esta sea la última vez, una falta más y te despediré. Ahora cámbiate y ponte a trabajar antes de que me arrepienta.

Asiento y camino hacia el trastero para buscar mi uniforme. Me visto y salgo rápidamente a la barra, donde James, mi compañero de trabajo, me recibe claramente estresado.

–¿Dónde mierda estabas? He tenido que cubrirte todo este tiempo y esa vieja amargada no deja de pedir más azúcar para su café.

–Mi coche decidió tomarse unas vacaciones. Y solo he llegado media hora tarde, no exageres –ruedo los ojos antes de coger el azúcar para la "vieja amargada", mi más fiel cliente.

Grace viene todos los viernes a las ocho, se sienta en la misma mesa, pide un café descafeinado sin azúcar y luego se pasa los siguientes cuarenta minutos pidiendo azúcar una y otra vez. Sí, ese es su plan para los viernes por la noche. Me consuela saber que hay personas todavía más extrañas que yo.

El turno es ajetreado, y como consecuencia se me pasa volando. Son las dos de la madrugada cuando llego a casa. Me doy una ducha y después me pierdo en la música que sale a través de mis auriculares. La noche siempre ha sido de mis momentos favoritos. Me gusta la paz que transmite, lo libre que me hace sentir. Aquí, encerrada en mi habitación, aislada del mundo exterior, puedo ser yo misma al cien por cien. Llorar si el cuerpo me lo pide o reír sin sentido. No tengo que fingir sonrisas, aparentar cordura ni preocuparme por guardar ninguna apariencia en particular.

Pero mi momento de paz se rompe pronto hoy. Me levanto asustada al escuchar el sonido de algo romperse en la habitación de al lado. El ruido debe haber sido tremendamente fuerte porque ha conseguido que lo escuche a pesar de la música de mis auriculares. Salgo al pasillo justo al mismo tiempo que lo hace mi hermano.

–Matt, ¿estás bien? –me ignora y empieza a bajar las escaleras– ¿Vas a irte otra vez?

No hay respuesta, ni siquiera se gira para mirarme.

–¿Se puede saber dónde vas? Llevas toda la semana desapareciendo.

–No es asunto tuyo, solo déjame en paz, ¿puedes hacer eso o tampoco?

Sale de casa dando un portazo y aprieto los puños, enfadada por su respuesta. Respiro profundamente un par de segundos hasta que el enfado va disminuyendo y es sustituido por preocupación. Mi hermano no está bien. Lleva un par de semanas distante y enfadado con el mundo. Últimamente desaparece todas las noches. No he podido hablar con él, porque me evita siempre que lo intento. Pero hoy no pienso dejarlo así, tengo que averiguar qué le está sucediendo y asegurarme de que no se esté metiendo en nada peligroso.

BLAKE [#1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora